¿Vuelven los 'rombos'?
El sector cinematográfico, la prensa y el Defensor del Menor se unen para orientar a los padres en una época permisiva
¿Debería un niño de 13 años ver las torturas de El laberinto del fauno? ¿Y uno de siete las batallas de Alatriste? Las desternillantes escenas del tráiler de Pequeña Miss Sunshine, en la que una excéntrica niña aspira a ganar un concurso de belleza, han congregado a muchos niños en las salas, pero lo cierto es que hay espacio para mucha amargura en la pantalla: intento de suicido, muerte, drogas... En ocasiones no es fácil saber si un título es recomendable para determinada edad, y las entidades implicadas -el sector del cine, la prensa y el Defensor del Menor- han decidido tomar cartas en el asunto y acaban de firmar una declaración institucional para la protección de los derechos infantiles y juveniles en información y publicidad cinematográfica.
En algunos países de Europa se penaliza a la sala que permite a un niño ver violencia
En los anuncios de prensa hay que dejarse los ojos o tirar de lupa para leer en microscópicos caracteres la edad recomendada de un largo, como obliga la ley. Y en la propia cartelera de los diarios y revistas -que no están forzadas por ley a la difusión de este aviso- tampoco se echa una mano. Por eso, la Federación de Distribuidores Cinematográficos y la Federación de Cines de España se han comprometido a proporcionar a la prensa toda la información sobre la catalogación oficial de las películas. Hasta ahora los periódicos que la incluyen se tienen que buscar la vida, algo de lo que se lamentan en la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE). La asociación promoverá entre sus socios la utilidad de la calificación, mientras que el Defensor del Menor y el Observatorio de Contenidos Televisivos y Audiovisuales (OCTA) orientarán a la ciudadanía.
El fin del franquismo arrastró consigo la censura cinematográfica. Hoy la permisividad en las salas españolas es para muchos excesiva. Se "recomienda" una cinta; no se "autoriza" como ocurre en otros países de la Unión Europea. Allí una práctica como ésta pondría los pelos de punta a cualquier adulto. En Suecia, Francia o Alemania, explican en la Asociación Cultural Tambor de Hojalata -promotora de la declaración-, se penaliza al dueño de un cine si hay un niño durante la proyección de un filme de contenido violento o subido de tono. En otros largos, sólo pueden entrar acompañados de sus padres o del responsable de su educación, si éstos están debidamente identificados.
Cada día, 10 personas se encierran en el sótano del Ministerio de Cultura para diseccionar todo lo que se proyecta: cortos, largos y publicidad previa. No hay reglas escritas ni parámetros sobre la violencia o el sexo a los que agarrarse. "Prima el sentido común, los criterios son muy subjetivos", explican en el ministerio. El comité está formado por personas de diferentes trayectorias -un ama de casa, un pedagogo, un psicólogo, gente del mundo del cine...- para "abarcar el número mayor de sensibilidades". Sus miembros rotan cada dos años y los elige el director del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales. "El sistema no me parece el adecuado", opina Lara, de Tambor de Hojalata. "En otros países, en estos grupos no hay gente relacionada con el cine, porque ellos siempre tienen intereses. Y eso es más objetivo".
Además, según la llamada ley Miró, de 1984, en el primer fotograma de cada película se debe indicar la calificación de la película -para todos los públicos, mayores de 7, mayores de 13 o de 18-, pero casi todas las cintas incumplen esta norma. "En la proyección del 90% de las películas se lo saltan", calcula Lara.
Babelia
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