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Columna
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Madrileños y lusos

Han sido unas navidades amargas, con tragedia y terrorismo como telón de fondo. La gente va muy seria por la calle. Madrid está triste y preocupada. Menos mal que siguen las risas de los niños, la paletilla de cordero, el cocido maragato, Papá Noel, San Nicolás, los Reyes Magos y hacia Belén va una burra. A veces hay que agarrarse a esas cosas para espantar la melancolía y la cólera. Ayer, la capital estaba borracha de ilusiones desde primeras horas de la mañana. Los Reyes Magos siguen haciendo de las suyas. Si no fuera por las ilusiones, la existencia sería un muermo. Lástima que también sean poderosas fábricas de ilusos, de personas que se creen todo lo que les dicen. Pero "la vida es triste si no la vivimos con una ilusión", cantan María Dolores Pradera y Los Sabandeños (Sapo cancionero).

Además de las ilusiones íntimas (con frecuencia indescriptibles), hay otras colectivas y clamorosas. Por lo que respecta a Madrid, una de las ilusiones que soñaban ya nuestros bisabuelos era la fluidez del tráfico, cosa que, al parecer, es una quimera. No se acaban de dar cuenta los regidores de la Villa de que esto es un batiburrillo insoportable en el que cada cual aparca donde le conviene, reparte cuando le viene bien y provoca un atasco cuando le viene en gana. Madrid es una ciudad caótica, casi tanto como Roma, pero mucho más que Barcelona, Londres, París o León. La capital de España, a las horas punta, es capaz de provocar ira y desatinos hasta en el santo Job.

¿Cuáles son las razones esotéricas por las que jamás se soluciona de forma coherente el tráfico rodado en Madrid? Hay taxistas que esgrimen teorías espeluznantes. Lo cierto es que ésta sigue siendo la asignatura pendiente para que Madrid apruebe el bachillerato de las grandes ciudades. Además, los vecinos de la Villa corremos el riesgo de contraer enfermedades nerviosas y cardiovasculares que entorpecen la convivencia diaria y la paz social. El mejor alcalde de Madrid será quien consiga convertir esta ciudad en sosiego vivo. Un amigo portugués, muy sandunguero, dice que Lisboa también es un entrañable caos: "Somos bastante parecidos, madrileños y lusos". ¿Ilusos? El fado y el chotis se están mirando de reojo.

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