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La ofensiva terrorista
Columna
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Claramente insuficiente

Soledad Gallego-Díaz

El atentado de Barajas ha cambiado el análisis de la situación porque ha cambiado la esencia de todo este asunto. Se suponía que ETA había comprendido que no podía utilizar las bombas como un elemento de presión para llegar a donde desea. Lamentablemente, el pasado día 30 demostró que sigue creyendo que es posible participar en una negociación intercalando bombazos y atentados puntuales, según le parezca que la marcha del proceso es demasiado lenta o que se ha producido un atasco que hay que eliminar.

Es idiota pretender, como hace Batasuna, que el proceso puede seguir adelante siempre y cuando ETA diga que vuelve a poner en marcha el alto el fuego. Ya sabemos lo que pasará si no va lo bastante rápido. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, tuvo razón cuando dijo que el atentado de Barajas era el paso más equivocado e inútil que podían dar los terroristas. Es descabellado pensar que puede haber un Gobierno en el mundo occidental que negocie bajo esa perspectiva: si me irrita el ritmo que llevan los contactos, animaré el diálogo con unos cuantos muertos.

El IRA tardó mucho tiempo en hablar de un alto el fuego permanente. De hecho, fue su negativa a utilizar ese adjetivo, u otro similar, lo que llevó al primer ministro John Mayor a rechazar cualquier avance en la negociación. Sólo cuando su sucesor, Tony Blair, tuvo la seguridad de que el "completo cese de hostilidades militares", según el vocabulario propio del IRA, era también un cese "permanente", autorizó a Mo Mowland a seguir adelante. ETA ha hecho algo inexplicable desde su propia mentalidad: se ha cargado de un plumazo su ofrecimiento de tregua "permanente".

Ahora ya sabemos que "permanente" no significa nada, y si realmente la organización terrorista quiere volver a intentar una aproximación con el Gobierno, tendrá que poner sobre la mesa, de entrada, algo más creíble y seguro. En Barajas, ETA voló también su primera trinchera: ahora el Gobierno tiene que exigirle que vaya bastante más atrás si quiere un mínimo margen de credibilidad.

El presidente del Gobierno dijo ayer, ante las ruinas del aparcamiento de Barajas, que no cejaría en sus intentos de alcanzar la paz. Difícilmente se puede estar en desacuerdo con el objetivo de lograr el fin de la violencia en el País Vasco. Probablemente el mensaje de Zapatero sea el mejor ante el PNV y los encomiables esfuerzos de su presidente, Josu Jon Imaz, por representar a la parte de la sociedad vasca que no está todavía contagiada por la miseria moral y el fundamentalismo. Es posible que ayude también a un sector de Batasuna que cree en ese fin pactado de la violencia. Pero es muy posible que, después del atentado de Barajas y de la bomba descubierta ayer en Atxondo, ese mensaje, el simple compromiso del presidente de "poner lo mejor" de sí mismo y dedicar toda su "determinación" a ese objetivo, no baste para disipar el desconcierto del conjunto de la ciudadanía del resto de España.

Lo que hace falta ahora es que el presidente explique ante el Congreso, con tranquilidad pero con precisión, cuál es su análisis de la situación y cuáles son sus planes con respecto a ETA y Batasuna; cuáles son las nuevas condiciones previas para proseguir en ese esfuerzo del que habla.

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Parece evidente que siguen existiendo dos maneras de enfocar el fin de ETA. La que defiende el PP pretende alcanzar el fin de la violencia mediante la acción policial y judicial, y exige cegar toda vía de diálogo. La estrategia de Zapatero ha sido otra, y probablemente seguirá siéndolo. El presidente sigue pensando, y trabajando, para lograr un final dialogado de la violencia. Es muy posible que tenga razón y que combinar acción policial y vías de diálogo sea la única manera realista de enfocar el conflicto vasco. Pero hace falta que explique a los ciudadanos por qué sigue en ese camino, aun sabiendo que no va a contar con el apoyo del PP, y que exponga las nuevas condiciones que exige a ETA y a Batasuna para ello.

Dejar que se instale la confusión, creer que basta con pedir a los ciudadanos que confíen en él mismo y en sus cualidades, personalizar todo este proceso hasta el límite, asegurar que su Gobierno no se sentirá presionado por esas explosiones es en estos momentos claramente insuficiente. Solg@elpais.es

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