Paranoia cotidiana
El cine de Michael Haneke crea escuela. Sus inesperados acontecimientos, su terror hogareño, su salvaje análisis de la sociedad occidental contemporánea, su retrato del tedio, su acerada cirugía de la mente biempensante y su punzante resquemor están presentes en la magnífica película francesa Lemming, dirigida por el alemán afincado en el país galo Dominik Moll, en la que no es difícil adivinar la huella del creador de Funny games y Caché.
Elegida por el Festival de Cine de Cannes para inaugurar su sección oficial a concurso en 2005, la cinta ejerce de metáfora de la aparentemente límpida existencia de la acomodada sociedad del chalé en las afueras de las grandes ciudades. Un castillo de naipes construido sobre bases nada sólidas que se viene abajo ante cualquier acontecimiento. Como el que narra Lemming, peligroso pero de ningún modo cruento, tras el cual la desbordante educación y la sonrisa diaria se convierten en una pesadilla terrenal escondida en las tripas de sus personajes. Moll, que en Harry, un amigo que os quiere (2000), su anterior filme, ya había ensayado una suerte de paranoia cotidiana provocada por algo tan simple como el reencuentro con un compañero del colegio un tanto irritante, sostiene esta vez la base de su intriga en la incomodidad de ciertas relaciones sociales. Una cena celebrada al calor del hogar con el jefe y las respectivas esposas acaba en un rosario de reproches en público, en una retahíla de miradas estupefactas ante el fragor de la batalla dialéctica ejercida por el contrario.
LEMMING
Dirección: Dominik Moll. Intérpretes: Laurent Lucas, Charlotte Gainsbourg, Charlotte Rampling, André Dussollier. Género: intriga dramática. Francia, 2005. Duración: 129 minutos.
El inquietante panorama lo completa la misteriosa aparición de un lemming, un roedor con cierta facilidad para la explosión demográfica de su especie que, ante determinados acontecimientos, tiende hacia una especie de suicidio colectivo que algunos creen parte del mecanismo de autorregulación de la naturaleza. Así, cuando a pesar de que estamos en Francia y que el lemming es típico de Escandinavia, un ejemplar medio muerto surge en una tubería de la cocina familiar, el resquemor y, sobre todo, la metáfora están servidos.
Moll desarrolla su delirio a través de un complejo cúmulo de sorprendentes acontecimientos que de ningún modo pueden verse en clave realista (a pesar de que, en el último momento, el creador otorgue una explicación más irónica que real). Lemming, como Caché o Funny games, es una alegoría del terror más cercano, el que tambalea los cimientos de nuestro modo de vida, el que quizá nos lleve un mal día a un suicidio colectivo.
Babelia
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