Las necesidades del cine
El documento base de la nueva ley del cine, que acaba de presentar la ministra de Cultura al sector, es una declaración de intenciones que, sin duda, deberá ser sometida a discusión y enmiendas. Guiado sin duda por un objetivo encomiable, como es el desarrollo de nuestro cine, el papel peca de un exceso de continuismo y de falta de ambición. Parece que la solución del cine español pasa por proteger al productor independiente, como si éste fuese el único capaz de reflotar una industria que languidece. En un entorno en el que se acortan los plazos de explotación, en el que Internet y la piratería obligan a campañas muy agresivas y el público reacciona masivamente a las propuestas de estreno, cuando el cine español desaparece de las parrillas de televisión, se hacen necesarios impulsos financieros más ambiciosos y arriesgados que los que puede proponer el productor independiente. El documento elaborado por Cultura se contenta con el mantenimiento de estructuras débiles, inadecuadas para situaciones muy competitivas.
Al satisfacer determinadas peticiones del sector, el ministerio puede acabar penalizando a quienes son el verdadero soporte industrial del cine en España: las televisiones y las majors. Las películas con las que los exhibidores llenan mayoritariamente los cines son las estadounidenses, las principales películas españolas son distribuidas por las majors y, excepto Volver, las productoras de las televisiones han hecho las películas más taquilleras del año: Alatriste, El laberinto del fauno, Los Borgia o Salvador. Con los nuevos planteamientos, que impiden a las productoras de las televisiones superar el 60% de titularidad de sus producciones para calificarlas como subvencionables, estas cuatro películas no tendrían derecho a ayudas, aun siendo las que soportan la cuota de pantalla del cine español.
Lo lógico sería defender en vez de penalizar esfuerzos como los señalados, e integrar a los productores independientes en ofertas más poderosas, ya que carecen del tamaño y la capacidad para competir solos en el mercado. Es paradójico que se pretenda fomentar la presencia internacional de nuestras películas y la apertura de nuevos mercados mientras se penaliza, con un 10% de reducción de la ayuda, la producción de filmes en inglés, que es la lengua de rodaje que facilita la colocación en los mercados exteriores.
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