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Columna
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Atípico

Los líderes de las empresas más importantes se distinguen por su capacidad de trascender de sus estrechos intereses egoístas para concentrarse en servir a los accionistas, los clientes y los empleados. En las mediocres sucede lo contrario. Si los gerentes de las compañías de menor rendimiento no tienen una alta estima por sus clientes, sus accionistas o sus empleados, ¿en qué se interesan? Ante esta pregunta, la mayoría responden que en sí mismos.

La carencia de liderazgo es un gran problema para las empresas valencianas. Este vacío sólo se cubre persona a persona y día a día. Lo llenan todos los que se niegan a flotar a la deriva en la vida, haciendo cosas sólo por salir del paso. Este déficit únicamente desaparece si los gerentes o directivos captan una a una la oportunidad de hacer con su vida una afirmación de liderazgo.

Hace unos días, vino a Valencia Javier Gómez-Navarro, presidente del Consejo Superior de Cámaras de Comercio de España. Valenciano de origen, socialista de convicción, empresario vocacional y personaje atípico en el firmamento donde lo público y lo privado friccionan en una frontera de difícil delimitación. Experto en negocios turísticos, fue director general de Deportes y ministro de Comercio y Turismo en el último gobierno socialista.

Ante un escogido auditorio, seleccionado por la Fundació Vives, habló de la influencia que tiene la Administración -en abstracto- sobre la competitividad de las empresas. Desde la cúpula de las 88 Cámaras de Comercio de España que preside, ha sido capaz de defender la reimplantación de la energía nuclear para la generación de energía y ha conseguido formalizar el acuerdo con José María Cuevas para realizar, conjuntamente con CEOE, la promoción exterior de las empresas. Gómez-Navarro se queja del exceso legislativo de los gobiernos españoles. Insiste en que la aprobación de nuevas leyes tiene un alto coste para la economía y las empresas. El legislador debería plantearse cuánto se paga al modificar las leyes y quién soporta este gasto que, en muchos casos, es innecesario y sirve primordialmente para justificar el papel de los políticos y sus sueldos.

Gómez-Navarro insiste en la necesidad de una justicia rápida y predecible, porque hay muchos jueces que se inventan las leyes. Denuncia que los fallos judiciales difieren en función de la sala y de los jueces que las presiden. Los empresarios por naturaleza persiguen seguridades y no incertidumbres. El sistema judicial español genera inquietudes porque ante los mismos hechos pueden emitirse sentencias dispares. Esta inseguridad provoca el establecimiento de garantías, fianzas y provisiones desmesuradas que gravan los procedimientos judiciales.

Respecto al posicionamiento de España en el contexto internacional está preocupado por su imagen de país. La imagen exterior es potentísima en su vertiente turística, pero industrialmente carece de reconocimiento. En definitiva no hay ningún respeto hacia la España industrial, porque no hay confianza en la producción y en la tecnología que proviene de las empresas. Se constata que, como contraste a la percepción como país divertido, hay una evidente dispersión y diversificación de su imagen, que se muestra sin coordinación alguna. Los políticos españoles reconocen la escasa importancia que tiene la actividad económica en sus agendas y en sus planes de trabajo. Buscan votos y la atención de la opinión pública en otros temas que interesan más.

El sistema económico español padece unos índices muy bajos de vocaciones empresariales, sobre todo entre los universitarios. Las Universidades españolas forman a sus alumnos para que acaben siendo empleados por cuenta ajena o funcionarios. La endogamia es evidente entre universitarios, -enseñantes y alumnos-, porque las elecciones en su ámbito se realizan entre ellos y sin participación de agentes externos. La formación universitaria se imparte de espaldas a la realidad empresarial y en muchos casos, desde posiciones adversas que calan negativamente en los alumnos.

El presidente de las Cámaras se queja también del déficit en investigación y de su excesiva vinculación a Estados Unidos y no a Europa, donde están situados los intereses de las empresas españolas. Lamenta el exceso de costes burocráticos en la creación de empresas y su escasa fe en las subvenciones, con las que se paga a los especialistas en su obtención y no a quien las necesita. Javier Gómez-Navarro es un socialista atípico en la cúspide de los empresarios españoles.

Las Cámaras de Comercio, dentro del panorama empresarial, tienen un papel indiscutible, sobre todo a partir de la sentencia del Tribunal Constitucional que las confirmó como corporaciones de derecho público, creadas por ley, de pertenencia necesaria y pago obligatorio de cuotas. Aún así las Cámaras, como muy bien sabe Gómez-Navarro, han de ganarse su puesto al sol y si por una de aquellas, se duermen en sus laureles, podrían encontrarse frente a un cuestionamiento social muy difícil de digerir.

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