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La depuradora del Lagares, que iba a ser modélica, será demolida antes de cumplir una década activa

El desastre de la actual depuradora del Lagares está contrastado. El propio emplazamiento ya tuvo que violentar la normativa que declaraba el solar no urbanizable y de protección ecológica, aunque a finales de los ochenta, cuando se toma la decisión de darle ese uso, el río Lagares era una cloaca y la xunqueira de su desembocadura, un vertedero incontrolado que la multiplicaba. Pero había vecinos en el entorno.

La Xunta dedicó a la obra 2.200 millones de pesetas (13 millones de euros) y, cuando se inauguró, en 1997, Manuel Fraga la presentó como "la más importante de cuantas se han construido en Galicia; es mucho más que una obra, culmina los trabajos de saneamiento y recuperación medioambiental de la Xunqueira y de la playa de Samil". Aseguraban entonces la depuración total del agua antes de fluir a la ría. Pero el mal olor ya estaba movilizando a los vecinos: la Xunta compretió meses despues la construcción de una segunda fase para reparar las deficiencias.

La planta había sido construida por la UTE Huarte-Copasa. La empresa a la que luego se le otorga la concesión de la explotación, Seragua (ahora Aqualia), detalla en un informe los numerosos puntos críticos que observa, algunos de gran trascendencia en el funcionamiento posterior, como que se hubieran construido dos digestores en lugar de los tres previstos en el proyecto. Las averías eran frecuentes en distintas secciones del equipamiento, la alta temperatura ponía en riesgo los equipos electrónicos, no había manera de comprobar el comportamiento de determinados resortes, la arena cegaba otros y ni siquiera en el edificio de cabecera de la planta había servicios higiénicos para el personal. Tampoco disponía de generador eléctrico: un mero corte de luz desbordaba los residuos sobre la xunqueira.

"Esto es un atraco y una vergüenza", afirmó la actual presidenta del Parlamento de Galicia, Dolores Villarino, en el pleno municipal que oficializó la recepción de la planta, en 1998, bajo el mandato de Manuel Pérez (PP). Ningún técnico, ni de la Xunta ni del ayuntamiento, firmó ningún informe que garantizase el funcionamiento. En esa misma sesión, con importante bronca del público, el popular Pablo Comesaña afirmaba que en 2001, cuando estuviera acabada, "será un ejemplo de depuradoras".

El presupuesto inicial se incrementó un 70%, hasta casi 23 millones de euros. Pero la segunda fase multiplicó la pestilencia. Para tratar de menguar cheiros y dotarla del sistema terciario de depuración que nunca tuvo estaba previsto invertir otros 18 millones de euros, lo que ha quedado en suspenso hasta conocer el proyecto de la nueva planta, que irá soterrada y en la que se invertirán hasta 200 millones de euros.

La actual arroja a la ría el 99,77% de la carga microbiológica aportada por las aguas residuales de todos los municipios ribereños, el 99,60% del total de coliformes fecales. Eso, como los olores, acabará con la nueva. Pero los vecinos ya no lo creen. Anuncian movilizaciones y pleitos porque la ubicación vecina a las casas sigue siendo insólita.

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