Deslumbrante
Pierre-Laurent Aimard, que el año próximo cumplirá 50 años, ha dejado a pasos agigantados en los últimos tiempos de ser ese pianista emergente, de culto y un poco marginal, que se movía casi en exclusividad por el repertorio más actual. Su calidad fuera de serie ha acabado por imponerse y ahora está situado, según los criterios más exigentes, en la cresta de la ola.
Harnoncourt lo invitó el pasado enero a participar en el acto inaugural del año Mozart en Salzburgo. Berlín le ha hecho su pianista residente para el año 2007 y el Festival de Lucerna, su principal artista invitado el próximo verano.
En estos ciclos de Grandes Intérpretes Aimard se presentó hace un par de años con un programa erizado de dificultades con Beethoven, Debussy y Ligeti, que resolvió con una brillantez asombrosa. Ahora, ha vuelto a deslumbrar con un Schumann extraordinario y un Messiaen insuperable.
Ciclo de Grandes Intérpretes
Pierre-Laurent Aimard: piano. Schumann: Estudios sinfónicos, opus 13 (1835). Messiaen: Veinte miradas sobre el Niño Jesús (Selección) (1945). Organizado por Fundación Scherzo y patrocinado por EL PAÍS. Auditorio Nacional, 19 de diciembre.
Fuerza
Pierre-Laurent Aimard es un pianista que contempla la historia de la música desde el siglo XXI. Sus lecturas son de una enorme transparencia y de una inaudita fuerza interpretativa, lo que podríamos denominar de una objetividad expresiva.
Experto consumado en autores de la segunda mitad del siglo XX, hay algo en sus planteamientos de didactismo (en la Escuela Superior de Música Reina Sofía dio el lunes una master-class dedicada principalmente a Ligeti), pero siempre desde una perspectiva lúdico-científica. El rigor es apabullante y también el dominio de recursos técnicos.
Fue el suyo uno de los mejores recitales del año que se escapa, con un arco iris de sonoridades embriagantes desplegadas en torno a Messiaen y seis de sus miradas del Niño Jesús, precisamente la obra que en su totalidad supuso tal vez la cima interpretativa de la última década en la Semana de Música Religiosa de Cuenca. El éxito fue apoteósico. Y merecido. Estamos ante una de las referencias indispensables del pianismo de nuestros días.
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