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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Energúmeno nuclear

Era ayer tan sólo el segundo día de la reanudación de las conversaciones de los llamados Seis (las dos Coreas, EE UU, China, Rusia y Japón) para intentar buscar una fórmula de persuadir a Corea del Norte de que renuncie pública, oficial y efectivamente a un arsenal nuclear que todo el mundo da ya por existente. Antiguos aliados, enemigos y vecinos del régimen comunista de Pyongyang han tenido finalmente que aceptar que Corea del Norte es un interlocutor imprescindible por mucho que repugne su sistema, su presidente y sus formas de trato diplomático. Pero Kim Jong Il es consciente de las grandes diferencias existentes entre quienes se sientan a la mesa frente a su delegación y sabe capitalizarlo.

Son muchos los factores que hacen temible la insolencia del régimen norcoreano, que exige todo a cambio de nada a la comunidad internacional. Se ha presentado como un auténtico energúmeno nuclear en unas negociaciones en las que algo podría sacar para paliar la inmensa tragedia de su población civil a cambio de una mínima actitud apaciguadora. Exige Kim Jong Il el levantamiento de todas las sanciones estadounidenses y del mismo Consejo de Seguridad de la ONU y no ofrece nada. Es terrible que un país que mantiene a su propia población en hambruna permanente y terror continuo se presente a unas negociaciones con las grandes potencias internacionales con provocación semejante. Todos han dicho ya que esta actitud convierte casi en absurdas las conversaciones.

La pérdida de prestigio de EE UU en Asia -muy vinculada a la situación actual de George Bush, cada vez más restringido en su margen de actuación internacional-, la irresistible ascensión de China -que se manifiesta en todos los continentes y paradójicamente en la península coreana parece jugar con el flujo de los acontecimientos- y las posiciones dubitativas de Japón y Corea del Sur son la mejor explicación de la actitud norcoreana, que acude a unas conversaciones a exigir directamente lo imposible. Lo cierto es que el Tratado de No Proliferación (TNP) hoy parece ya una broma cuando Pyongyang dice que quiere negociar de igual a igual con Washington, Moscú y Pekín y los dos últimos no están de acuerdo en cómo castigar la osadía. Y al mismo tiempo desprecia olímpicamente las propuestas conciliadoras de Washington. Queda en todo caso demostrado el desastroso resultado de la política común hacia este Estado totalitario y a la vez en evidencia una alarmante falta de alternativas.

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