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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Infame haraquiri

La dirección de la compañía aérea Air Madrid no ha querido esperar a la resolución del Ministerio de Fomento de mantener o retirar su Certificado de Operador Aéreo y anunció ayer que suspende su actividad con carácter temporal. Semejante decisión, irresponsable por cuanto rompe unilateralmente un compromiso de servicio, tiene caracteres cataclísmicos: deja sin vuelo, según cifras que exhibe la compañía, a unos 300.000 viajeros, de ellos unos 120.000 pendientes del viaje de vuelta desde diversos países latinoamericanos.

Es difícil encontrar precedentes de que una compañía aérea decida desaparecer comercialmente sin que medie la retirada de la concesión o una situación justificada de quiebra. Pero es más difícil todavía encontrar sentido a las irreflexivas explicaciones de la empresa. Por decirlo con sus propias palabras, Fomento "ha destruido por completo la imagen comercial de Air Madrid" con la apertura del expediente para determinar si la compañía debe mantener o no el certificado de operador.

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A pesar de las delirantes acusaciones de la compañía, lo cierto es que son responsabilidad absoluta de los gestores de Air Madrid los retrasos continuos y casi eternos que sufrían sus clientes -demoras que en algunos casos llegaban a varios días- y la irritación y frustración de los viajeros, hasta el punto de que AENA solía reforzar la seguridad en la terminal durante sus vuelos con el fin de evitar altercados. Son José Luis Carrillo y sus directivos, responsables de un servicio pésimo, mal organizado y de una planificación sobredimensionada de rutas y vuelos, quienes obligaron a la Dirección General de Aviación Civil a abrir el expediente mencionado. Los miles de clientes atropellados tienen todo el derecho a que se conozcan las tropelías de Air Madrid y las sanciones que merece, así como a recibir las indemnizaciones que correspondan.

El último y más claro ejercicio de irresponsabilidad empresarial es el modo infame con que se ha practicado el haraquiri: con alevosía, sin que medie procedimiento de quiebra o suspensión de pagos que justifique la decisión de suspender los compromisos inherentes a una concesión. El gesto de remitir la relación de pasajeros afectados a Aviación Civil para que adopte "las medidas que considere oportunas" suena a chantaje, a sabiendas de que es imposible manejar los viajes de 300.000 personas con billetes comprometidos. Air Madrid se gestionó con incompetencia, pero se ha despedido con un insulto a los viajeros y a toda la sociedad española y latinoamericana. Hace bien Fomento, en representación de tantos humillados, en querellarse contra la empresa.

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