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Reportaje:HISTORIA

Cuando Francia quiso invadir España

El Gobierno frentepopulista de Léon Blum debatió sobre la intervención militar el 15 de marzo de 1938

Jorge M. Reverte

El 15 de marzo de 1938, el presidente del Gobierno francés, Léon Blum, convoca una reunión de urgencia del Comité Permanente de la Defensa Nacional. A la reunión acuden el propio Blum; el ministro de Defensa, el radical-socialista Daladier; el ministro de Asuntos Exteriores, Paul Boncour, y todos los responsables de los ejércitos galos. El orden del día contiene un solo punto: discutir sobre una inmediata intervención armada en España.

El plan básico está diseñado desde poco después de que comenzara la Guerra Civil española, en otoño de 1936. Se trata de invadir Cataluña con el suficiente número de divisiones y apoyo aéreo para crear un área de seguridad en la frontera sur.

El Gobierno francés está recién formado. Hace apenas 24 horas que está en funciones, y su composición ha sido laboriosa. Francia vive horas agitadas, es un país de política inestable sobre el que penden importantes amenazas. La más grave es la que supone la agresividad creciente de Alemania e Italia. Hace apenas cuatro días que Adolf Hitler, con el consentimiento secreto de Benito Mussolini, se ha anexionado Austria, aplicando el anschluss, el viejo sueño de crear una gran Alemania.

El plan del Gobierno de Léon Blum consistía en invadir Cataluña con el suficiente número de divisiones y apoyo aéreo para crear un área de seguridad en la frontera
En aquel momento, Francia vivía horas agitadas. Alemania se había anexionado Austria. Era un grave fracaso de la política anglo-francesa de apaciguamiento de Hitler
Una espada de Damocles pende sobre Francia: la amenaza inglesa de que el país se quedará solo en caso de guerra con Alemania si toma la iniciativa en solitario
En las filas del ejército francés predomina la simpatía hacia Franco. La mayoría está cercana a un grupo monárquico ultraderechista que dirige Charles Maurras

Grave fracaso

Es un grave fracaso para la política anglo-francesa de apaciguamiento, aplicada para suavizar la amenaza nazi de hacerse con Europa, que tiene un corolario muy grave para la República Española: el acuerdo de no intervención, que deja, en realidad, libertad de aprovisionamiento bélico a Franco y limita gravemente las posibilidades del Gobierno legal para conseguir los imprescindibles suministros de armas.

Pero no es sólo la intervención nazi en Austria la que genera una suprema inquietud en los franceses. Hay algunos otros elementos que generan la sensación de que una grave amenaza se cierne sobre el país. El primero, las informaciones sobre la situación en el norte de Marruecos. El segundo, las crecientes provocaciones de la marina italiana en el Mediterráneo, que anuncian una inseguridad grave para la conexión entre la metrópoli y su imperio africano.

Los dos más firmes partidarios de la intervención bélica en Cataluña son Léon Blum y Paul Boncour. Edouard Daladier se resiste, y los mandos militares se muestran radicalmente contrarios, salvo el jefe de la marina, el almirante Darlan. Jaime Martínez Parrilla ha rastreado los documentos que lo prueban.

Cuando acaba la tormentosa reunión, que dura algo más de dos horas, no se ha tomado ninguna determinación, lo que va a favor de los partidarios de no intervenir, aunque no está aún todo decidido. Las razones son varias. De orden interno y externo.

A los presentes sólo les une un factor: el patriotismo, la defensa de los intereses de Francia. Todo lo demás les divide. Los socialistas Blum y Boncour son partidarios de la República Española, y tienen información de primera mano. De un lado, como ha descrito Enrique Moradiellos, por las incesantes visitas del jefe del Gobierno español, Juan Negrín, quien informa de que su situación es angustiosa porque Franco ha roto el frente de Aragón y avanza, con las tropas italianas en vanguardia, hacia Cataluña y hacia el mar. Por otro lado, por el eficiente e incansable trabajo del agregado militar en la Embajada en Barcelona, el teniente coronel Louis Henri Morel, que lleva destacado en su puesto desde que comenzara el conflicto español.

Amenaza seria

Eso no sólo significa que el régimen legal corre un grave riesgo en España, sino que los contingentes militares alemanes e italianos se pueden instalar al sur del Pirineo, concretando una seria amenaza para Francia en el caso, que se da casi por seguro, de que estalle una nueva guerra europea. Pero Blum y Boncour no pueden tomar sin acuerdo unánime una decisión de entrada en la guerra española porque hay una espada de Damocles pendiendo sobre Francia: la amenaza del Gobierno Británico de que el país se quedará sólo en caso de conflicto con Alemania si toma la iniciativa en solitario de provocar un casus belli. Y los ingleses, como han descrito autores como Enric Ucelay, tienen la vista puesta en sus problemas en Extremo Oriente, donde está lo más preciado de su imperio: la India.

En el ánimo de los militares franceses predomina un complejo de inferioridad frente al ejército alemán, con la experiencia traumática de la Gran Guerra aún no borrada. Sin unos aliados como el Reino Unido y Estados Unidos no osarían enfrentarse a los vecinos alemanes. Pero hay más: en las filas del ejército francés predomina la simpatía hacia la causa franquista. La mayoría de los militares están cercanos a un grupo monárquico ultraderechista que dirige Charles Maurras, L'Action Française. Una facción de este partido, un grupo terrorista bautizado como La Cagoule, ha intentado incluso provocar un golpe de estado contra el Frente Popular y la propia República hace tan sólo unos meses. Un golpe que tenía componentes ideológicos y de violencia similar a los del alzamiento franquista de julio de 1936. La situación de tensión prebélica que vive Francia por las amenazas alemanas e italianas ha aconsejado a los dirigentes políticos no purgar el ejército.

Sólo Darlan ha apoyado la solicitud de intervención: la presencia aérea y naval de los italianos, pero también de los alemanes, en Baleares constituye una gravísima posibilidad de que Francia se quede aislada. Desde su punto de vista particular es un suicidio dejar que continúen desplegándose a su antojo en la zona.

Extraña circunstancia

En los momentos en que se produce la reunión se da una circunstancia realmente extraña: Franco sabe más de la política francesa y sus discusiones militares que los franceses de la política de Franco. El general golpista sabe muy bien, por su eficaz agente en Londres, el duque de Alba, cómo tranquilizar a los ingleses, y les ha hecho llegar un mensaje repetido a los conservadores, que gobiernan y simpatizan con su rebelión motivada por el orden y la necesidad de hacer frente al bolchevismo, en el sentido de que si gana la guerra se mantendrá neutral en caso de conflicto europeo. Pero goza de más ventajas: su gobierno ha acogido con generosidad a los terroristas de La Cagoule que se han visto obligados a huir después de la fallida intentona de golpe. Y los ultraderechistas de L'Action Française se ocupan de que reciba el tranquilizador mensaje de que no va a producirse la intervención. Aun así, Franco desconfía, porque no todo está resuelto. Y hay declaraciones de responsables políticos franceses que afirman que Francia no podrá consentir que se forme un Estado que le sea hostil al sur de los Pirineos. Francia, en cambio, no tiene agentes en Burgos porque mantiene relaciones diplomáticas con la República y no reconoce a los golpistas.

Desde la República Española se producen varias intentonas de influir en el nuevo Gobierno de Blum. El objetivo de máximos bien podría ser que el ejército galo entrara en España. En el mejor de los casos, eso pararía a los franquistas; en el peor, se desencadenaría el conflicto europeo, y la República se vería alineada con las potencias democráticas contra Hitler y Mussolini. El presidente Azaña detesta esa posibilidad, que no haría otra cosa que añadir sangre a la ya derramada. Pero en el ánimo de Juan Negrín no es una salida descabellada.

Hay otra posibilidad de provocar un cambio en el estado de ánimo y en las decisiones francesas: la situación en Marruecos. Por razones de muy difícil justificación, el Deuxième Bureau, el centro de inteligencia francés, no ha desplegado suficientes medios para conocer las intenciones de Franco. Y desde la República se promueve una gran maniobra de intoxicación lanzada por el eficiente aparato de la Komintern. En París hay un agente del mítico Willi Münzenberg, el comunista alemán encargado de convocar a los mejores intelectuales occidentales en torno a los intereses de Stalin. Se trata de un checo, Otto Katz, que comienza una gran campaña de información trucada sobre posibles conflictos en Marruecos. La conspiración informativa tiene dos ejes. El primero consiste en hacer llegar documentos que prueban que en la zona del protectorado controlada por España se acumula gran cantidad de armas que servirían para abastecer un comando de desembarco alemán. Los informes están tan bien armados que llegan al Ministerio de Asuntos Exteriores y provocan una auténtica alarma.

El segundo eje de la campaña está montado desde Barcelona. El responsable es el mismo Katz, pero tiene la colaboración eficaz de la prensa gubernamental española, sobre todo el órgano oficial negrinista, La Vanguardia: las noticias procedentes de Tánger hablan de que se está preparando una rebelión con base sobre todo en Tetuán, que acabaría afectando a toda la seguridad de la zona. Los motivos son el descontento de la población por la gran cantidad de heridos que llegan, procedentes de la Península, y por los miles de muertos marroquíes que se cuentan. Las tropas moras que combaten con Franco son tropas de choque, y las bajas que sufren son enormes. Lo cierto es que la inquietud existe en el Rif, y es también cierto que ha habido intentos de parte del Gobierno republicano de provocar un levantamiento en Marruecos.

La decisión es realmente difícil para los franceses. Tanto si se produce una invasión alemana en el norte de África como si hay un levantamiento civil, las complicaciones serán formidables. Por muchas razones, y no es la menor que Argelia y Marruecos serán fuentes importantes de levas de soldados en el caso, que se da casi por cierto, de que la guerra acabe estallando.

Dos hombres influirán definitivamente en la decisión que se adopte. El primero de ellos, un militante de la extrema derecha, con importantes funciones en el servicio de información del ejército, llamado Lostanau-Lacau, filtra a la prensa conservadora y al gobierno franquista el contenido de los debates. La prensa derechista francesa inicia una brutal campaña contra la intervención. Y en Burgos, el gran amigo de Lostanau, el jefe del Servicio de Información y Policía Militar (SIPM), el coronel Ungría, informa a Franco para que este redoble su campaña de tranquilización ante el Gobierno Británico, que, a su vez, presionará a los franceses.

Un hombre clave

El otro hombre clave es el teniente coronel Louis Henri Morel, agregado militar en la Embajada en Barcelona. Morel es un hombre también cercano a L'Action Française, pero es sobre todo un agudo analista y un observador equilibrado. Morel no está obsesionado por la hegemonía soviética en la República, porque conoce bien a Negrín y a Azaña. Y su versión de los hechos es que existe un peligro cierto en los movimientos del ejército italiano y el cuerpo expedicionario alemán enrolado en la Legión Condor. Acompañan y son decisivos en el avance arrollador del ejército franquista.

Blum hace llamar a Morel. El día 20 de marzo, por la mañana, el militar se reúne con el jefe del Gobierno y los ministros de Defensa y de Exteriores. Morel no da crédito a las noticias alarmantes sobre el norte de Marruecos. Pero sí insiste en el riesgo de los planes militares ítalo-alemanes. Morel, sin embargo, hace un análisis que es definitivo: enviar cuatro o cinco divisiones a Cataluña podría acarrear al ejército francés un fiasco similar al que sufrieron los italianos en Guadalajara. Eso sería catastrófico para su país. Su argumento es otro: para ayudar a la República hacen falta 500 aviones. Y él es partidario de que se les suministren a los republicanos.

Otros argumentos

En el ánimo de Blum y de Daladier acaban pesando otros argumentos: Franco consigue, a través de Ungría y sus contactos en el ejército francés, que el jefe del Ejército del Aire crea que hay 5.000 aviones alemanes e italianos, que la aviación francesa sería barrida en 15 días y el país quedaría inerme. Consigue eso y que el Reino Unido refuerce su presión sobre Francia. No habrá ningún apoyo a una intervención.

Las gestiones de Morel -que acabará muriendo en un campo de concentración nazi en 1942 porque le repugna Petain y la colaboración de su régimen fantoche de Vichy con Alemania, y se une a la resistencia- consiguen sólo una pequeña victoria: a Franco le llega el mensaje, que es en realidad un farol, dadas las circunstancias políticas, de que Francia considerará casus belli que sus tropas, acompañadas de los extranjeros que le apoyan, lleguen a los Pirineos. Franco detendrá su ofensiva en Lleida. No osará, hasta que se consume la traición de Múnich, atacar Cataluña.

Y la frontera se abrirá durante un tiempo al paso del material bélico que la URSS vende a la República. Con eso, el Gobierno de Negrín consigue retardar lo que parece que va a ser un avance incontenible y definitivo de Franco.

La guerra española se va a prolongar casi un año. Pero Francia no intervendrá en ella. Seguirá siendo, hasta el final, un conflicto aislado para las potencias democráticas.

Foto de familia del segundo Gobierno de Léon Blum, en 1938.
Foto de familia del segundo Gobierno de Léon Blum, en 1938.LAPI / ROGER-VIOLLET

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