Empanadilla mental
TVE no devora a sus hijos; los coloca. En la larguísima (200 minutos, publicidad incluida), sentimental, distraída gala que cerraba la celebración de su cincuentenario, salieron al escenario del Fórum de Barcelona gente como Mercedes Milá, Ana Rosa Quintana, María Teresa Campos, entre otras celebridades que empezaron a serlo en la cadena pública antes de caer en la tentación de las privadas. Milá subrayó, comentando el florilegio de imágenes de archivo que la precedió, el fuerte aplauso oído en la sala al salir la muerte de Franco anunciada por Arias Navarro; ella misma, nos dijo, aplaudió mucho entre bastidores, pero ¿estamos seguros de que el aplauso era contra Franco? La Campos madre no quiso meterse en berenjenales, y así como otros presentadores, afirmó, citan a Unamuno o Schopenhauer (¿quiénes?), ella, con un par, citaba a Petete. Hubo mucho homenaje infantil en la gala, lo que no me parece mal teniendo en cuenta la preponderancia de los espacios televisivos para gente de corta edad.
Los archivos secretos de TVE se quedaron en poca cosa comparados con lo que hoy se puede hacer en el terreno de la manipulación de imágenes y la intoxicación informativa, pero tuvo gracia la empanadilla de Martes y Trece (un clásico del humor oulipiano, aunque no sé si Millán ha leído a Perec) deconstruida por Constantino Romero y Karina, entre otros. Respecto a los duetos realizados en vivo con cantantes muertos (Rocío Jurado, Antonio Molina, Lola Flores), no lo puedo evitar: me suenan a psicofonías. Estupenda la aparición de Ibáñez Serrador sentado como un rey, y justo el homenaje a su talento. Sus programas marcaron una época anterior a la nefasta berlusconización del entretenimiento, a la que sin duda contribuyó, con ayuda de otros, Raffaela Carrá, tratada con untuosa veneración por Anne Igartiburu. Todos elegimos a nuestros maestros. En tiempo de recuentos como los que hace ahora TVE, mi nostalgia va a lo desaparecido, a lo vulgarizado; a esa etapa que se podría llamar el pre-rafaelismo carrá.