Pájaros titubeantes
Cuando toda la célula de camaradas del realismo social está hace tiempo desarticulada, muchos de sus componentes desaparecidos para siempre y sus obras -novelas, relatos, crónicas de viaje: quizás estas últimas son las que mejor van a soportar el paso del tiempo- son libros desencuadernados, a merced de los injustos olvidos que los llevan de un sitio para otro, conmueve, en primer lugar, el tesón y la fe en sus posibilidades narrativas de Antonio Ferres (Madrid, 1924), que sigue, a pie de trinchera estética, dándonos libros nuevos o propiciando rescates. Hace cuatro años publicó en Debate unas memorias ligeras, notariales y líricas, de un tiempo que fue como no debió ser, cartografiaba una España que pudo ser, y no fue. Aquellas memorias, fragmentadas, desiguales, y muy valiosas, las tituló Memorias de un hombre perdido.
CRÓNICA DE AMOR DE UN FABRICANTE DE PERFUMES
Antonio Ferres
Gadir. Madrid, 2006
190 páginas. 17,50 euros
La siempre acertada edito
rial Gadir se ha propuesto, en estos años recientes, rescatar o publicar textos nuevos de Ferres. Así en 2004 sacó un excelente libro de viajes del escritor madrileño, Tierra de olivos, publicado en 1964 y que desde entonces nunca se había editado. Pues bien, aquel "seguir de pobres", aquel "quejío" de las gentes del olivar, que soñaban con irse a Barcelona y a Alemania, aquel libro de 1964 resulta hoy mucho más moderno de estructura que este otro, Crónica de amor de un fabricante de perfumes, que se nos presenta como su última entrega narrativa. No sería raro que fuera un proyecto que quedó arrumbado en su gaveta de escritor y que ahora haya salido forzado por la simpatía -en este lector es el caso- que despierta la obra de Ferres. Escrito con su acostumbrada solvencia, sonroja un tanto la aparición de un libro con unas historias y unos personajes tan ñoños y romos. Es como un libro anacrónico, que no puede ser testimonio de una época -concreta, el Madrid de 1959- porque está llena de topicazos, que flaco servicio le hace a la Causa -y la mayúscula no quiere ser cruel, sino respetuosa-. Ferres se ha equivocado de cabo a rabo: ha creado una historia de amor entre un perfumista y una acogida de un convento de monjas, situados -convento y fábrica- en los arrabales, en una España tétrica y atroz, llena -la novela- de situaciones bienintencionadas que acaban siendo un puro disparate. Se habla en este texto -de prosa cuidada, incluso conseguida, a veces con evidente voluntad poética-, en un momento determinado, de "el titubeo de los pájaros" y es, qué duda cabe, un título que podía valer para un poemario de la época, para un adonáis o para una flornatural en Tomelloso, pero tras esa frase poco más se encuentra uno: el aleteo de una mariposa, el titubeo de un mirlo, el arrullo de una tórtola, suena bien pero dura poco el efecto. A mí que me gustó tanto Tierra de olivos, hubiera preferido que me hubiera interesado más esta Crónica de amor..., llena de costurones y de rotos, que no son precisamente las rayas del tiempo, de las que tanto se habla al final de esta novela desgraciadamente fuera de lugar.
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