_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lamentable crueldad

El domingo 10 de diciembre saldrá a las 11.30, desde la Puerta del Sol hasta Tirso de Molina, una manifestación con motivo del Día Internacional de los Derechos de los Animales y contra los innumerables casos de maltrato hacia los animales que se producen en este país, desgraciadamente no aislados sino, con vergonzosa frecuencia, fomentados por las instituciones.

La última de entre las criminales fiestas populares más célebres y vergonzantes, el Toro Jubilo de Medinaceli (Soria): un toro es encerrado en una plaza construida con tablones, en cuyo centro hay un grueso palo al que unos atan su cabeza mientras otros le sujetan con violencia las patas y el rabo para inmovilizarlo, a fin de encajarle entre los cuernos una barra que sujeta dos grandes bolas de estopa impregnadas de material altamente inflamable (pez y amoniaco). Como el toro cabecea intentando zafarse de sus captores, cuando las prenden ya sangra por la nariz y la boca. Al ser desatado, inútilmente intenta huir despavorido de las enormes bolas de fuego que crecen sobre él, de las que caen chorros de líquido hirviente y ascuas incandescentes que abrasan su cuerpo y sus ojos. Puede tardar una hora en apagarse ese fuego. El terror y dolor del toro son inimaginables, como inimaginable el placer que ante ellos sienten los presentes.

El Toro Jubilo tiene un origen precéltico, al ser un rito sagrado de la Edad de Bronce

Según la antropóloga norteamericana Elisabeth Chesley Batey, el Toro Jubilo tiene un origen precéltico, al ser un rito sagrado de la Edad de Bronce. A los del Ayuntamiento de Medinaceli les entusiasma ser relacionados con nuestros antepasados salvajes, y en su web presentan como atracción turística este linchamiento público de un animal inocente: "Su cornamenta lunar y femenina se complementará, durante poco más de media hora, con el fuego masculino y solar en una singular conjunción de opuestos que descubre el simbolismo yin-yang del toro, materialización del arquetipo más viejo y profundo, al mismo tiempo, del Inconsciente Colectivo de esta 'piel de toro' que es España, como así la definiera Estrabón". Qué sonrojante argumentación de la tortura, esta mezcolanza entre filosofía dualista oriental, teoría jungiana del lenguaje simbólico e historiadores precristianos. Cinco hogueras, cuentan, iluminan "el cercado táurico", una por cada santo patrón (¡¿dónde estás, Conferencia Episcopal, que no te lanzas furiosa a ese ruedo de pecado cometido en tu nombre, bendecido por tu complicidad?!), y que al toro "no se le torea... se le incita bravuconamente". Bravucones: cobardes.

Para publicitar el lugar de la crueldad y la humillación, y darle un dudoso relumbre histórico, los de Medinaceli cuentan que se practicó el Toro Jubilo para celebrar la luna de miel de Felipe III, El Piadoso, rey muy aficionado a la caza, que sustituyó en la Corte a intelectuales y estudiosos por nobles que habían de demostrar la "limpieza de sangre", y cuyo mayor logro fue la expulsión de los moriscos de España. Las piezas del puzzle siempre encajan y el de la Historia sigue en construcción, aunque en nuestro país parezca más el juego de la oca: de rey a rey y tiro porque me toca. Ahora le toca tirar a Juan Carlos I y pega tiros en países sin ley contra osos ancianos presuntamente emborrachados para que atine. Tiró antes en Rumania contra osas preñadas, y antes y antes, disparos y disparos contra osos que en España ya no puede disparar y uno de cuyos más célebres representantes en la ficción, el oso Yogui de acento mexicano, ha pasado a convertirse en mascota del Principado de Asturias, tierra de osos. El disparate no conoce fronteras. Qué pensará el Felipe actual, Príncipe de Asturias, de los safaris clandestinos de su padre, de ese ejemplo; él, que a diferencia del Piadoso, se relaciona con estudiosos e intelectuales.

Nosotros, los súbditos contribuyentes, lo condenamos. Solicitamos al Gobierno la modificación del artículo 337 del actual Código Penal, referido al maltrato contra los animales, y exigimos a las autoridades judiciales que apliquen la ley con rotundidad. Y en el futuro se considerará lamentable que un editorial del prestigioso diario EL PAÍS considerara "lamentable" que un partido animalista hubiera logrado dos escaños en el parlamento holandés. Porque el futuro son los derechos de los animales como el presente es la evolución de aquel "lamentable" pasado abolicionista y sufragista, que exigía la liberación de los esclavos y derechos para las mujeres, aquellos seres inferiores.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_