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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

No tan emergentes

En el escenario mundial que se prefigura es más necesario que nunca contar con el comportamiento de las economías consideradas emergentes. Bajo esta denominación se amparan aquellas en desarrollo con un potencial de crecimiento superior al resto. Las denominadas BRIC (Brasil, Rusia, India y China) son las más destacadas. Desde que se acuñó ese acrónimo, hace justo cinco años, la contribución al crecimiento económico mundial de esos cuatro países ha estado próxima al 30%; el PIB agregado de los mismos representa hoy más del 11% del mundial. Una enormidad.

De ese grupo sobresale China. Una larga década creciendo a ritmos medios del 10%, con un protagonismo muy destacado de la inversión, la ha convertido en la cuarta economía del mundo por tamaño. Su PIB se ha más que duplicado en los últimos seis años, hasta llegar a representar el 5,5% del global. Al igual que en India, una decidida apuesta por el fortalecimiento de su capital humano y la creación de condiciones propicias a la inversión extranjera directa están permitiendo una rápida transformación de sus ventajas competitivas, tanto en las más simples manufacturas como en los sectores más intensivos en conocimiento. Brasil y Rusia, de forma menos destacada, también han aumentado significativamente su peso en la economía global, hasta el 2% del PIB agregado cada una. Y lo seguirán haciendo. Con los datos disponibles, la contribución de esos cuatro países al crecimiento mundial en los dos próximos años será superior a la de EE UU. Eso apareja inevitables recomposiciones en los contrapesos internacionales.

La estabilidad económica y financiera global, amén de la de naturaleza geopolítica, es hoy mucho más dependiente de esos mercados emergentes que hace un lustro. Su posición en la oferta y demanda de energía, en la gestión de las reservas internacionales de divisas o en la determinación de los muy desiguales saldos comerciales los convierte en piezas esenciales en cualquier esquema de concertación multilateral, de gobernación global, en definitiva. La transformación experimentada por esas economías también ha de invitar, desde una perspectiva mucho más cercana, la que ofrece el futuro de la economía española, a acelerar el fortalecimiento de sus dotaciones de capital humano y tecnológico, con el fin de reducir la vulnerabilidad competitiva, hoy ya suficientemente explícita en uno de los déficit exteriores más abultados del mundo.

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