Los pacificadores de Viana
Un instituto orensano cuenta con alumnos, docentes y padres entrenados para resolver conflictos
Marta y Paula han acabado el recreo de hoy a empujones. Se acusan mutuamente de romper un móvil y rasgar unas medias en el vestuario. El origen de esta riña entre adolescentes está en que Marta ha cambiado de pandilla para ir a la discoteca el fin de semana. ¿Cómo conseguir que la paz vuelva a reinar entre las muchachas? En el instituto de bachillerato Carlos Casares de Viana do Bolo (Ourense), un grupo de 23 alumnos de entre 12 y 18 años han sido entrenados para resolver conflictos como éste, el pan de cada día en las aulas.
El instituto de Viana do Bolo, en el que estudian 130 jóvenes de la comarca, cuenta con un equipo de mediación del que forman parte alumnos, profesores, padres y personal administrativo del centro. Todos los miembros de esta unidad pacificadora, que acaba de ser premiada por el Ministerio de Educación, han recibido un curso para aprender a restablecer la armonía cuando la convivencia entre pupitres se resquebraja. Un manual con teoría y casos prácticos de conflictos como el de Marta y Paula les sirvió para adquirir habilidades a la hora de reconciliar a dos rivales.
"El papel de los mediadores no es solucionar [el conflicto], lo que hacen es facilitar el diálogo. Intuyen lo que necesitan las partes para llegar a un acuerdo satisfactorio", explica Susana Fernández, coordinadora del equipo de mediación del IES Carlos Casares. La unidad lleva algo más de un año funcionando y ha resuelto dos casos. El primero afectaba a dos muchachos que se peleaban continuamente en clase y el segundo a dos chicas que dejaron de ser amigas por culpa de los rumores que sobre ellas extendía por el centro una tercera persona. En este último conflicto fue suficiente una reunión con los mediadores para que las muchachas aclarasen el malentendido y retomasen su amistad.
Las expertas en conflictos que posibilitaron este acuerdo tienen 14 y 17 años y son hermanas. Cristina y Diana Clavería asistieron a un curso en el municipio lucense de Quiroga y ahora ya dan hasta charlas sobre el tema. Cristina reconoce que su experiencia en el equipo de mediación del instituto le ha servido para resolver sus propios problemas cotidianos. Y no es la única.
Marisa es una de las madres de alumnos que ejerce de pacificadora en Viana do Bolo. En el curso de formación ha aprendido trucos para lidiar con sus hijos y para mejorar sus relaciones personales. "Antes, cuando una situación con alguien no me gustaba, lo dejaba pasar y el problema se enquistaba. Ahora, si algo no me gusta lo afronto, porque la mayor parte de las veces se trata de malentendidos". El hijo de Eugenia, otra de las integrantes del equipo, fue uno de los protagonistas del primer conflicto resuelto por los mediadores del IES Carlos Casares. "Lo tuve que convencer de que fuera a la mediación porque él no consideraba que tuviera ningún problema con el otro niño", explica.
Secreto de confesión
Aquel caso se trataba de un pique entre alumnos que se remontaba a su etapa en Educación Primaria. Mari Carmen, otra madre que sigue en el equipo de mediación pese a que su hija ya no estudia en el centro, consiguió convencer a los padres del otro chico para que le dejasen acudir al acto de conciliación, pues estaban temerosos de que se tratase de una especie de juicio. Los chavales eligieron a dos profesores para mediar, una decisión que sorprendió a todos. Los responsables del instituto subrayan que los procesos de mediación son confidenciales y que los mediadores han de cumplir algo así como un secreto de confesión. La información que obtengan en la reunión les debe entrar por un oído y salir por el otro.
El procedimiento en Viana do Bolo respeta los formalismos propios de un organismo de Naciones Unidas. La mediación se inicia cuando una de las partes en conflicto, que puede ser un estudiante, un padre o un profesor, lo solicita por escrito. Si el otro implicado acepta la intervención, ambos han de elegir en una lista a dos de los mediadores formados por el centro. Uno cada uno. Los elegidos deben ser aceptados por los protagonistas del enfrentamiento.
El primer encuentro con los mediadores es por separado, para que cada afectado "se desahogue". Los protagonistas del conflicto confiesan cómo se sienten y comunican sus propuestas para resolver el problema. Después se fija la fecha de la reunión entre todas las partes. Si tras ese encuentro u otros posteriores se produce una reconciliación, el acuerdo se plasma en un escrito que ha de ser rubricado también por los mediadores.
En España ya hay centros escolares con detectores de metales en los que vigilantes jurados patrullan los pasillos. Mientras, en los confines de Galicia, allí donde la violencia escolar no ha llegado, se han empezado a tomar medidas de prevención contra ella. Viendo un día en el telediario una noticia sobre agresiones en las aulas, el hijo de la coordinadora del equipo de mediación del Carlos Casares le espetó a su madre: "Mamá, esto en Viana no pasa".
Prevenir el acoso
En el instituto de Viana do Bolo no creen que el sistema de mediación pueda resolver un caso de acoso escolar, pero sí prevenirlo. Y tienen pruebas. El curso que recibieron los alumnos mediadores hace hincapié en la necesidad de romper la espiral de silencio en la que se amparan los estudiantes acosadores. "Insistimos en que los chicos deben denunciar como acto de justicia, no de chivato", explica Susana Fernández, responsable de la unidad. Con la lección bien aprendida, varios chavales pusieron en conocimiento del centro la existencia de un emergente caso de acoso escolar. "Estaba en el principio, pero la víctima lo estaba pasando mal".
El departamento de Orientación del Carlos Casares intervino. Habló con los alumnos implicados y con sus familias y el problema se atajó. "No eran conscientes de la trascendencia de lo que hacían, decían que eran bromas". La formación recibida por los estudiantes para mediar en conflictos sirvió para prevenir lo que podía haberse convertido en un caso de acoso escolar. Si la situación hubiese sido más grave, probablemente no hubiera resultado suficiente. "El acoso parte de una desigualdad, hay siempre una víctima, y ahí es difícil mediar", explica el director del instituto de Viana.
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