Flirteo con lo fantástico
Millás, Villoro, Fresán, Coover, Lethem, McGrath y Hobbs reflexionan sobre el oficio de escribir
La literatura es mágica. Transporta a uno a muchos mundos, pero todos están en éste. Volvió a darse una sutil prueba de ello en Guadalajara cuando dos actos distintos, la presentación de la última novela de Juan José Millás, Laura y Julio, y un encuentro entre los escritores anglosajones Robert Coover, Jonhathan Lethem, Patrick McGrath y Peter Hobbs, se convirtieron la noche del jueves en un mismo viaje a la semilla de la escritura, de tintes fantásticos, de todos ellos.
En ambos casos, el trayecto fue delicioso gracias también a los pilotos de la nave. A Millás le tocó el ensayista mexicano Juan Villoro, que hizo aflorar la gran especialidad del escritor valenciano, "hacer que en lo habitual, lo seguro, lo cotidiano, asalte por sorpresa lo extraordinario", dijo el presentador. Y al minuto estaba Millás narrando un episodio de esa misma mañana: su editora no bajaba a desayunar. "Está claro: está muerta', me dije. Me sorprendió mi razonamiento, pero es así como funciona un escritor; si piensas que se ha dormido, que es lo que pasó, no hay historia posible".
Agarrado a esa línea fantástica, Millás ya no la soltó, subvirtiendo el sentido lineal de las cosas. Cada tema latente en su obra que Villoro lanzaba era coloreado por el autor. Así, sobre los orígenes de sus historias, Millás dijo no recordar casi ninguna de las génesis de sus novelas, menos la de ésta, en la que una pareja se muda a vivir a la casa de un amigo y, poco a poco, el marido va adoptando la personalidad de quien les ha dejado el piso. "Tenía 13 años y mi madre me envió a por aceite a la casa de la vecina. Me espanté, era idéntico al nuestro sólo que al revés. Por esos días leía Alicia al otro lado del espejo. Y ya no fui el mismo niño cuando llegué a casa. La imagen del espejo me acompañó toda la vida y ya se me hizo difícil distinguir entre original y copia, real e imaginario".
Para el autor de La soledad era esto, en la vida cotidiana occidental "ya no sabemos dónde vivimos, tenemos como modelo de democracia a EE UU, la misma que legaliza la tortura". Sobre la paternidad en la obra de arte, también jugó. "Siempre he pensado que hay libros que no se merecen los autores que tienen y que por eso debería existir un organismo que se los quitara y se los diera a unos padres literarios adoptivos. ¿No has pensado en un pacto con el diablo por el cual te diera una novela de otro que te gusta y te dijera 'es tuya, el autor se va a morir y nadie lo sabrá?", le soltó a Villoro un Millás, que se autodefinió como imperturbable: "Lo fui de niño y me hizo sufrir mucho, era un tabique con la realidad, que es un agujero: estamos marcados por lo que no ocurre".
La obra de Lewis Carroll también fue citada como referente para empezar su vocación de escritor por el norteamericano Lethem pocos minutos después en otra sala, preguntado por el moderador, el novelista argentino Rodrigo Fresán. "Fue la primera vez que pensé en usurpar el papel del autor", dijo el escritor de Huérfanos de Brooklyn. El flirteo con lo fantástico que rezuman sus obras quizá explique que los cuatro anglosajones citaran autores como Cortázar y Calvino en el caso de Lethem, Calvino de nuevo y Borges (Hobbs), John Fowles y Juan Rulfo (McGrath) y Joyce y Kafka (Coover). "Quizá más Kafka: él me enseñó la realidad, ahí yo di un giro de 360 grados", aclaró el padre de El hurgón mágico, que sólo encontró solidaridad y refugio literario con el grupo del realismo mágico suramericano: "Me sentí entonces como integrante de una especie de comunidad; era algo que no hallaba en EE UU". Sin embargo, todos acabaron hablando de Moby Dick, de Melville, como libro fundamental. "Es difícil encontrar una persecución de la metáfora central tan bien trabajada", jugueteó Coover.
Babelia
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