Los libros
La verdad es que impresiona ver la exposición bibliográfica sobre la memoria y el exilio que hay en el Pabellón de Andalucía de la Feria del Libro de Guadalajara. La evocación de una historia amarga, con episodios tan dramáticos como la Guerra Civil, coincide en las vitrinas con el orgullo de una historia literaria de primera magnitud. Abelardo Linares, poeta, editor y librero sevillano, ha dibujado con acierto la columna vertebral de una cultura andaluza que, mientras tenía que doblar la espalda en los campos de la miseria, caminó con paso altivo por el territorio de los libros y las palabras. La primera edición de las Obras de Gustavo Adolfo Bécquer, poco después de publicarse en 1871, cambiaron el rumbo de la poesía mexicana, preparando en Hispanoamérica el camino del Modernismo. En el orden deslumbrante y vivo de la exposición, siguen a Bécquer las obras de Antonio y Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, José Moreno Villa, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados, Francisco Ayala, Manuel Andújar. Andalucía es tierra de escritores, de poetas, y está protagonizando la Feria del Libro de Guadalajara, la más importante en lengua española, con la autoridad de una historia incomparable. Alguna vez he sospechado que la calidad poética tradicional de Andalucía estaba relacionada con su falta de modernidad económica. Puede parecer una paradoja triste, pero no es muy desatinado pensar que la ausencia de una mentalidad industrial positivista ha permitido conservar el mundo sensual, pausado y nostálgico del que nacen los poetas. La poesía exige una honradez intelectual que sabe convivir con la pobreza. Cuando Luis Cernuda llegó a México, después de sus años de exilio en Gran Bretaña y Estados Unidos, escribió un poema para dejar testimonio de la emoción sentida al reencontrarse con la dignidad de la misma pobreza que había conocido de niño en Andalucía. Y deseó con todas las fuerzas de su literatura que fuese posible un mundo en el que la modernización económica y el progreso no supusieran la zafiedad inculta y la falta de solidaridad que suele caracterizar a la prepotencia lujosa de los acomodados.
Andalucía está protagonizando la Feria de Guadalajara con su modernidad viva. Escritores como Carlos Castilla del Pino, Pablo García Baena, María Victoria Atencia o Eduardo Mendicutti, acompañados en las mesas por algunos de los nombres más significativo de la literatura internacional, como José Saramago, Gabriel García Márquez o Nadine Gordimer, están ayudando a los editores andaluces a consolidar una industria del libro cada vez más importante. La cultura de Andalucía ha llenando también de vida la explanada de la Feria y los periódicos de México, con las actuaciones de Miguel Ríos, Carmen Linares, Cristina Hoyos, Joaquín Sabina, Kiko Veneno y Raimundo Amador. Todos ellos fueron acusados de gorrones por Javier Arenas. El líder andaluz de la derecha ha metido la pata. El Partido Popular es muy injusto al pretender olvidar las provechosas consecuencias culturales y económicas del prestigio internacional de Andalucía. El Partido Popular se escandaliza de que el Estado invierta en cultura, y parece más proclive a gastarse el dinero en armas, o en tratados empresariales de capitalismo duro, ese capitalismo que provoca un desarrollo económico identificado con la insolidaridad y la prepotencia del lujo. El Partido Popular le falta el respeto a mucha gente, de independencia más que probada, que está trabajando en México por Andalucía, y que desde hace años no necesita ayudas oficiales para viajar por el mundo. Resulta difícil comprender la crítica a un programa cultural que ha alcanzado una repercusión muy notable, con un presupuesto menor al invertido en esta misma Feria hace una años por la Generalitat catalana o al que invirtió el Partido Popular de Valencia en un anuncio protagonizado por Julio Iglesias. En fin, ya se ve que conviene ser fieles a las ilusiones de Luis Cernuda a la hora de decidir sobre el futuro de Andalucía.
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