Sobre las Iglesias romana y oriental

Por venir de quien viene -el portavoz personal del anterior pontífice- el artículo de Joaquín Navarro-Valls que publicó EL PAÍS merece, en mi opinión, una atenta lectura. Documenta, sin duda, la visión que la curia vaticana tiene del diálogo ecuménico entre las Iglesias de tradición romana y oriental, una visión, debo decir, profundamente equivocada y descorazonadora.

Bajo ningún punto de vista es aceptable que el señor Navarro-Valls distinga entre católicos romanos y ortodoxos a la hora de enumerar las "confesiones" que confluyen presuntamente en el Bósforo. Equiparar esta distinción con la que existe entre musulmanes y cristianos únicamente agrava el dislate. Si no recuerdo mal, la tercera religión monoteísta es la hebrea.

Todavía peor es afirmar que los emperadores bizantinos eran reyes y sacerdotes. Este aserto se encuentra tan sólo en las fuentes griegas como un herético disparate atribuido al emperador iconoclasta León III (716-741). Los bizantinos tenían muy clara la división en el trono y el altar, como lo demuestran, precisamente, las numerosas invectivas que lanzaron contra los papas romanos, señores de un Estado temporal y administradores de la corona imperial de Occidente. Jamás comprendieron ni toleraron el ardor guerrero de los obispos católicos que defendían su poder con la fuerza de las armas. Con esta visión de la historia de la Iglesia y los prejuicios que revela, parece evidente que al ecumenismo le quedan todavía otros mil años de camino.