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Montilla releva a Maragall con la promesa de encabezar un Gobierno eficaz

Dirigentes del PSOE y de la izquierda catalana arropan al presidente de la Generalitat en su toma de posesión

Miquel Noguer

Rodeado de dirigentes del PSOE y de los líderes de todas las familias de la izquierda catalana, el socialista José Montilla tomó ayer el relevo de Pasqual Maragall en la presidencia de la Generalitat. Lo hizo con una sobria puesta en escena, y mediante un discurso de poco más de un folio en el que se comprometió a ejercer con "eficacia" como el "más humilde de los servidores del pueblo de Cataluña". Tuvo palabras de afecto para su antecesor, Pasqual Maragall, quien previamente destacó que llega a la Generalitat un representante de "los otros catalanes" en referencia al origen andaluz de Montilla.

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Un Ejecutivo para no repetir los errores del tripartito

Tras 27 días de negociaciones de los tres partidos de la izquierda catalana para concretar el Gobierno, las reuniones dejaron paso ayer a la liturgia del protocolo en una toma posesión de Montilla, que reunió a más de 500 invitados en el Palau de la Generalitat. Avalado por unos resultados electorales menos que modestos y quizás por tratarse de un día laborable y no de un sábado, como ocurrió con la toma de posesión de Maragall, apenas 200 personas se acercaron hasta los aledaños del Palau para tratar de ver lo que ocurría dentro.

Y, en línea con el carácter del nuevo presidente, no hubo salutaciones desde el balcón de la Generalitat ni grandes vítores en el interior. El de ayer, fue un relevo sin sobresaltos. Como lo fueron los últimos días de la negociación y como Montilla y los otros dirigentes del nuevo tripartito quieren que sea el ahora denominado Gobierno de la Entesa Nacional de Progrés.

Como manda el protocolo Maragall recibió a Montilla en la Generalitat y ambos, acompañados de sus esposas, mantuvieron un breve encuentro en el despacho del presidente, del que Maragall había retirado ya sus enseres la noche anterior. Después, ya en público, y con el presidente del Parlamento autónomo ejerciendo como maestro de ceremonias, Maragall dio el relevo a Montilla en un discurso que, pese a su carácter institucional, tuvo un botón de muestra de la heterodoxia de Maragall.

Tras expresar su confianza en que Montilla llevará adelante el "proyecto de cambio" iniciado en 2003, hizo un repaso a su vida política como alcalde de Barcelona primero y presidente de la Generalitat, después. Fue en este punto donde quiso saldar cuentas con el pasado, al recordar que en 1999 se quedó en la oposición tras ganar las elecciones en número de votos pero no en escaños, algo que atribuyó a una "cuestionable" ley electoral catalana.

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"Nación fuerte"

En cualquier caso, Maragall quiso resaltar el hecho de que un cordobés llegado a Cataluña a los 16 años sea hoy presidente de la Generalitat. "Eso significa que somos una nación fuerte, que confía en sí misma y que sabe hacer de los que llegan ciudadanos".

Montilla, nada más recibir el collar que lo distingue como presidente de la Generalitat, agradeció la "generosidad humana y política" a un Maragall que se va, como mínimo, un año antes de lo previsto.

En un discurso más neutro que el de Maragall, el flamante presidente se comprometió a practicar una política de "mano tendida" con la oposición y, tras los desbarajustes del primer tripartito, reiteró que el suyo será un Ejecutivo "eficiente". También marcó las pautas de estilo de su Gobierno: "Pensar ordenadamente, actuar racionalmente y atender cálidamente".

Desde las primeras filas del público, siguieron las palabras de Montilla tanto sus padres como su esposa, Anna Hernández. Ésta se sentó al lado de Diana Garrigosa, esposa de Maragall y que el pasado verano protagonizó una sonora polémica al abandonar el Partit dels Socialistes justo después del relevo de su esposo por Montilla al frente de la candidatura socialista.

Más tarde, y tras la recepción oficial que siguió a la toma de posesión, la pareja Maragall-Garrigosa abandonó la Generalitat entre los aplausos de los congregados en la plaza de Sant Jaume. Un emocionado Maragall bajó la ventanilla de su coche para despedirse y exhibir el pulgar hacia arriba, en señal de satisfacción.

En el Palau, Montilla atendió a los invitados. Entre ellos el ex presidente catalán Jordi Pujol. En representación del Gobierno central asistieron los ministros de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, y el de Industria, Joan Clos. Hace apenas medio año, Sevilla dijo en unas declaraciones informales, pero captadas por las cámaras, que Cataluña todavía no estaba preparada para tener a un charnego como presidente. Olvidado esto, el ministro aseguró ayer que Montilla no será un "partenaire fácil para el Gobierno español" porque, auguró, "defenderá con uñas y dientes a Cataluña". También recibió muestras de apoyo del secretario de Organización del PSOE, José Blanco, y el presidente de Aragón, Marcelino Iglesias o Patxi López, del PSE, quien por cierto, recibió el impacto de un huevo a la entrada de la Generalitat.

Por parte de la oposición, asistieron el convergente Artur Mas, Josep Piqué (PP) y Albert Rivera (Ciutadans). Todos se retiraron nada más acabar el acto institucional y sin hacer declaraciones. Fue por la tarde cuando Felip Puig, el portavoz de CiU, dio a conocer su parecer sobre los primeros pasos de Montilla como presidente, unos primeros pasos que en opinión del líder nacionalista ya condenan a Cataluña a "la hibernación", tanto por la falta de concreción del proyecto socialista como por su falta de ambición nacional.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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