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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Instrucción pastoral

Los obispos dieron a conocer el viernes un resumen de su instrucción pastoral sobre "la situación actual de España", elaborada con el objetivo de orientar moralmente a sus fieles y animarles a participar en la vida pública. Loable función de los prelados, que, en un ejercicio de autocrítica poco habitual, indagan también en las causas de la indiferencia y el agnosticismo de la sociedad, e intentan espantar la tentación de la "acuciante desesperanza" que se extiende entre los católicos por lo que llaman "pérdida de influencia".

Una instrucción pastoral no es el catecismo, pero sí doctrina oficial de la Conferencia Episcopal, que ha hecho apenas una decena de estos documentos desde su creación. Ello subraya la excepcionalidad que los obispos aplican a la "situación actual". En España, según ellos, se reabren las viejas heridas y enfrentamientos de la Guerra Civil por utilizar la "memoria histórica con mentalidad selectiva"; existe un alarmante laicismo, "radical y excluyente", guiando la legislación del Gobierno; el relativismo comete la impertinencia de engrandecer al hombre, "colocándolo en el centro de todo", y la unidad nacional no está siendo tratada con la responsabilidad que aconsejaría "la verdad de los hechos y de la historia". También sostienen los obispos que los procedimientos democráticos "no son la última referencia moral".

Estamos hablando del resumen de la instrucción pastoral facilitado a la prensa el viernes. Es de suponer que el documento completo argumente afirmaciones tan arriesgadas, por no decir irresponsables. Es cierto que los procedimientos democráticos, despojados de otros valores, no son ejemplares (morales) per se, pero lo son más que el totalitarismo o el absolutismo pontifical. Y no es la memoria o el recuerdo de las víctimas de la Guerra Civil lo que divide a los españoles, sino comportamientos del entorno eclesial que parecen añorar el ambiente guerracivilista de un pasado lejano. Como diría el poeta, la memoria libera al hombre de la brutalidad. Los obispos deberían tomarla más en cuenta, no sólo para recordar, como hacen, supuestas aportaciones al "establecimiento de la democracia" en 1978, sino para aprender de pasadas contribuciones a la trágica pérdida de esas libertades y al sostenimiento de la cruzada franquista. Ni siquiera la doctrina sobre la lacra del terrorismo, o sobre el nacionalismo, está libre de politización. Los obispos ofrecen atinados consejos, como que el Gobierno, los partidos y las instituciones "están obligados a anteponer la unión contra el terrorismo a sus legítimas diferencias", pero no han podido disimular su madrugadora aversión ante el proceso de diálogo abierto por el actual Gobierno.

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