_
_
_
_
Reportaje:

Eldorado colombiano en Ecuador

La tercera ciudad ecuatoriana acoge a 200.000 inmigrantes y refugiados del país vecino

Fernando Gualdoni

La señal de la emisora era difícil de sintonizar, llegaba llena de estática y apenas era audible, pero el mensaje era un sueño hecho realidad, una llamada a la esperanza... Era como ganar la lotería. "Vengan a este caserío, vengan a este lugar de paz y de buena gente y háganlo crecer", gritaba a principios de los sesenta Hólger Velasteguí con el mismo entusiasmo que lo cuenta hoy, a sus 72 años, abriendo los brazos y bailando en su despacho de Radio Zaracay. Su voz, grave y llena de vida, era la invitación que muchos ecuatorianos y colombianos habían esperado toda la vida, y llegaba de Santo Domingo de los Colorados, por estos días la tercera ciudad de Ecuador y una de las de mayor crecimiento demográfico de América Latina. Ocho de cada 10 habitantes son inmigrantes o, bien venidos de otras regiones del país, o bien de Colombia.

"Si no hubiésemos venido, mi hijo estaría muerto", dice una residente colombiana

"Cómo no iba a gritar a la gente que viniese, si yo mismo encontré la paz en este lugar. Nací en Ambato, estudié hasta cuarto año de Medicina en Guayaquil y empecé en la radio en Quito. Llegué aquí con 26 años, atraído por la belleza y la riqueza de esta región, y fundé la emisora. Sabía ya entonces que Santo Domingo estaba destinada a ser una ciudad importante y lo será aún más en los próximos años", cuenta Velasteguí. La gente comenzó a llegar y de 30.000 almas que se contaban hace 45 años, hoy se cuentan más de medio millón, de las cuales casi 200.000 son colombianas. Para muchos ecuatorianos, Santo Domingo ya no es de los Colorados, sino "de los Colombianos".

Las hermanas Marina y Luceli Restrepo llegaron hace cinco años, la primera desde Quindío y la segunda desde Medellín, y ya son propietarias de una panadería de delicias colombianas frente al recientemente inaugurado megacentro comercial El Paseo, el "símbolo" que le faltaba a Santo Domingo para ser una "gran ciudad". Huyeron de la violencia del narcotráfico y de la guerra sin cuartel que la guerrilla, los paramilitares y el Ejército colombiano libran desde hace más de cuatro décadas. Las hermanas, "como siempre", dicen, tienen sintonizada Radio Zaracay para animar el local, donde, además de vender bollos, sirven comidas y meriendas.

"Si no hubiésemos venido, señor, mi hijo ya estaría muerto", dice Marina con gesto triste. "Aquí nos tratan bien, tenemos paz, y el colombiano maleante que viene se entera rapidito de que tiene que enderezarse o irse", dice tajante. El policía municipal Cristian Zambrano, bajito y tan fornido que el cuello es prácticamente la continuación del torso, certifica: "Los colombianos no dan problemas, no más que cualquier local. A veces hay algún ajuste de cuentas entre ellos, algún sicario actúa y aparece algún muerto. Pero la mayoría viene acá a trabajar y eso hacen, como hacemos todos".

Zambrano es una de las pocas autoridades con las que estos días se puede hablar en Santo Domingo, puesto que el alcalde, el socialcristiano Kleber Paz y Miño, está prófugo desde el viernes pasado. Lo buscan por un delito de prevaricación, pero la fiscalía regional le tiene guardadas otras 40 causas, entre ellas algunas por corrupción. "Está perdido", sentencia Velasteguí, que fue alcalde de 1996 a 2000, y es correligionario del edil prófugo.

A pesar de que en los últimos años el poder político local ha estado en manos del Partido Social Cristiano (PSC) del ex presidente y cacique político León Febres-Cordero, Santo Domingo votó mayoritariamente por el conservador y magnate bananero Álvaro Noboa en la primera vuelta de las presidenciales. La segunda vuelta se celebra este domingo y la presidencia se dirimirá entre Noboa y el izquierdista Rafael Correa.

Santo Domingo de los Colorados, que toma su nombre de la tribu de los colorados (llevan el pelo tintado de ese color), chamanes famosos y respetados que curan muchos males, tiene una gran vocación comercial. Está casi a mitad de camino entre Quito y Guayaquil y casi no hay vestido, calzado o alimento que no pase por allí de camino a las grandes urbes. Velasteguí vio hace muchos años una "Fenicia Andina" y en eso se ha convertido la ciudad. Muchos aquí quieren libertad mercantil y un tratado de libre comercio con EE UU, bien negociado, les parece fenomenal. Noboa respalda ese acuerdo mientras que Correa, en principio, se opone.

Los colombianos, llegados mayoritariamente de las provincias de Nariño, Quindío, Putumayo y Caquetá, "son comerciantes natos", dice el taxista César Vázquez. "Si entras a preguntar por un par de zapatos, te enseñan decenas de pares y hasta te da vergüenza irte sin al menos comprar uno". Las ecuatorianas Lorena Guevara y Olga Ramírez, dependientas en una zapatería, reconocen las cualidades mercantiles de sus vecinos del norte: "La competencia no nos molesta, acá hay lugar para todos", dicen con una sonrisa pícara.

Dólares para la familia

Las tiendas de colombianos son fácilmente identificables en las calles del centro; son coloridas, mejor decoradas que las de sus rivales locales y, sobre todo, exhalan el popular ritmo del vallenato a decenas de decibelios.

La música se impone al atronador ruido del tráfico y hasta hace olvidar el olor a fruta podrida y a pollo frito. "Mis paisanos no sólo vienen a Santo Domingo huyendo de la guerra; también porque con la dolarización ganan más dinero que pueden enviar a sus familias allá en Colombia. Ecuador es para nosotros lo que para los ecuatorianos es España, donde ahora que el euro es más fuerte que el dólar, ganan lo suficiente para mandar algo acá", explica Iris Morante, rectora de la Universidad Cooperativa de Colombia, un centro que comenzó en 1995 siendo una filial de la Universidad Nacional colombiana y que desde hace ocho años es cien por cien ecuatoriana.

José Acevedo cuenta que llegó de Medellín hace unos años, cansado de vivir del dinero que le mandaban sus hijos, comerciantes en la "ciudad colorada". Se encoge de hombros y dice que les va bien y repite el gesto una y otra vez, sin importar la pregunta que se le haga.

Dentro del puesto estaba Narciso Reyes, venido de Armenia, en Quindío, como refugiado. "Lo de vender discos piratas es temporal, para ir tirando", se justifica Reyes. "Verá, acá hay muchos refugiados que vienen, les gusta y se quedan. Yo lo que quiero es ir a otro país, a España o a EE UU. Apenas he empezado los trámites con la ayuda de la ACNUR

[la agencia de la ONU para los refugiados]".

La oficina de Naciones Unidas calcula que cada año unos 7.000 colombianos piden asilo en Ecuador y que la cifra de refugiados ya alcanza los 250.000. La mayoría de ellos están en Santo Domingo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_