Esa droga llamada tabaco
Durante los tres últimos años de mi vida -ahora tengo 19 años- he estado viviendo en Italia. Los hábitos y costumbres de los italianos son muy similares a los nuestros, como lo es su forma de ver la vida: son alegres, simpáticos, positivos; les gusta la buena mesa, el café, bailar; disfrutan en los restaurantes, bares y discotecas. Como nosotros.
Hace ya casi dos años, el Gobierno italiano implantó una ley que ya había sido previamente aprobada en el Parlamento por consenso de todas las fuerzas políticas, que regulaba el consumo de tabaco en los lugares públicos.
La ley es muy sencilla, simplemente no permite fumar en ningún establecimiento cerrado que esté abierto al público, sin excepción: ni restaurantes, ni bares, ni discotecas, sean cuales sean los metros cuadrados que tengan.
Antes de su entrada en vigor hubo discusiones, como en España, pero a diferencia de lo que aquí está sucediendo, a partir del 1 de enero de 2005 -fecha de su entrada en vigor- se acabó la polémica, se cumplió y basta. Por cierto con total satisfacción de todos los italianos, según puedo testificar con mi experiencia personal y también por encuestas oficiales.
En Italia es estupendo ir a un restaurante, un bar o una discoteca sin humos. Se respira mejor, no te escuecen los ojos, la ropa y el pelo no te huelen cuando llegas a casa después de una noche de fiesta. Se está, desde luego, mucho mejor.
He regresado a vivir a España el pasado mes de agosto y, para mi sorpresa y decepción, observo que la ley sobre el tabaco vigente en nuestro país no sólo se incumple en muchos casos, sobre todo en restaurantes, bares y discotecas, sino que algunas comunidades autónomas intentan hacer una rebaja más permisiva de esa ley.
Posiblemente, los responsables de esas comunidades no se han percatado del grave perjuicio que para los ciudadanos supone autorizar que se fume. Siendo suspicaz, creo que intentan satisfacer intereses privados y/o ganar votos. No han pensado en los trabajadores de esos locales que durante horas deben exponerse al humo ajeno, ni en los niños que frecuentan restaurantes y cafeterías.
Por favor, responsables políticos, piensen que el fumar no tiene color, o mejor dicho sí lo tiene: el negro de los pulmones de las víctimas de esta droga llamada tabaco.
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