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Tribuna:DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Tribuna
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¿El alegre Sorolla en un ladrillo?

No se por qué hacen películas plomizas sobre Sorolla cuando tienen en sus manos la vida y hazañas de un tipo como El Pocero, un muchacho tan emprendedor como Zaplana que no acabará en la FAES

El Pocero

Sucede que ahora los hombres que se han hecho a sí mismos se dedican más bien a los negocios de la construcción, como es natural, y detrás de ellos hay decenas, centenares quizás, de ediles, alguaciles y secretarios de juzgado y otro personal asalariado que han mutado la esperanza en una buena lotería primitiva por arrimar el ascua a la que dan de sí, que es mucho, las recalificaciones urbanísticas. El Pocero surca los mares a bordo de un yate de cuarenta metros de eslora, pero no sería nada sin esos paletas de la construcción que cimentan ladrillo a ladrillo la estela de su fortuna. Esos obreros se han manifestado ahora contra el alcalde de Seseña (el más tonto del pueblo, según las privilegiadas entendederas de El Pocero), y le han montado un pollo de esos que dan que pensar sobre cuestiones como dónde queda la conciencia de clase y qué se ha hecho de la solidaridad obrera para atajar los desmanes de la patronal. Por ejemplo.

Julián Grimau

Este hombre era un histórico militante comunista en tiempos de mucha incertidumbre combativa, así que con toda seguridad haría cosas que repugnarían a su conciencia en nombre del Partido, cuando esa abstracción muy concreta era el horizonte de toda posible querencia emancipatoria. Fue detenido en Madrid, en los primeros sesenta, suicidado sin éxito en uno de aquellos hábiles interrogatorios de la policía política, condenado a muerte por su contumacia y fusilado en 1963. Ahora un partido de izquierda trata de reivindicar su nombre, y en el Senado madrileño se asiste al encuentro entre quienes respetan su memoria (entre los que tal vez se encuentre el fantasma de Federico Sánchez, más conocido como Jorge Semprún) y los que la machacaron, como ese ahora senador demócrata Fraga Iribarne que formaba parte del Gobierno que condenó a muerte a Grimau y que desdeñó su indulto.

Ciutadans y Ciudadanos

Ese partido de políticos catalanes que se ha alzado con tres diputados en el Parlament de Catalyunya, es lo más parecido (en sus actuaciones, no se si también en sus propósitos), a esos pequeños actores y actrices que de meritoriaje en meritoriaje se encuentran de pronto ante el papel de su vida y no saben muy bien como comérselo. Lo primero es esa euforia sin fundamento que lleva a pensar que, una vez conquistada Catalunya, Madrid queda a un tiro de piedra, porque como todo el mundo sabe los ciudadanos de Madrid no duermen ante la vibrante expectativa de que ciudadanos de Catalunya los reconviertan de una vez por todas en ciudadanos del mundo. También despierta grandes esperanzas en vascos a lo Savater, que pasaría del ¡Basta Ya! a un más sosegado ¡Por Fin! como candidato por San Sebastián de Ciutadans/Ciudadanos por Catalunya, esa angelical centrifugadora multiculti.

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Sorolla, pobre

Lo que da de sí una supuesta superproducción cinematográfica autonómica sobre Joaquín Sorolla es una nadería sin nombre en la que desfilan los personajes como en un carnaval de postrimerías, desprovistos de cualquier interés humano y reconvertidos en clichés trashumantes y muy esforzados de una peripecia que el espectador supone más estimulante de lo que alcanza a ver en la gloriosa pantalla de Canal Nou. ¿De qué se trata? De una glorificación pagada por los contribuyentes que trata de convencernos de que Sorolla era algo más que un sufridor en casa, detalle que el filme no tiene con su pobre esposa, esa Clotilde que deambula por la pantalla sin saber a qué atenerse. Pero da lo mismo. Tampoco José Antonio Escrivá, uno de los últimos directores de la Mostra de Cine Valenciana, sabe lo que filma, ni su guionista Horacio Valcárcel lo que escribe. Y como nadie de ese invento sabe nada, ahí queda ese plomo filmado como si Sorolla, su mujer, la Malvarrosa, etcétera... hubieran sido alguna vez esa nadería en colorines sincopados.

La mayoría anhelante

No sé yo si Tony Blair es un delincuente o solamente un político común, pero me parece que ahora que tiene que largarse es un despropósito que monte la gresca a cuenta de unas medidas de seguridad que se aplicarían también a los comunes como ya se aplican a los terroristas, una curiosa distinción que ya no distingue nada. En todo caso, habría que sugerir que el mundo es más inseguro desde la invasión de Irak, que ese cenagal sin salida a corto plazo alimenta sin cesar el odio llamado terrorista y que Tony Blair tiene algo de responsabilidad en ello por hacerse pasar por más bushiano que Bush. El resultado es que las famosas e inútiles medidas de seguridad se considerarán, por aquello de que una vez puestos vamos a seguir, patrimonio de la humanidad o un bien común elevado al estatus de irrenunciable.

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