"Es un error identificar el cristianismo con una ideología política en concreto"
Hace 125 años que abrió sus puertas el colegio de los jesuitas de la calle de Casp en Barcelona, donde hoy estudian más de 1.700 niños y jóvenes. Por sus aulas han pasado alumnos como el fundador de Unió Democràtica de Catalunya (UDC) Manuel Carrasco i Formiguera, el médico Ignasi Barraquer y el dramaturgo Josep Maria de Sagarra. Otra iniciativa promovida por los jesuitas, el centro de estudios Cristianismo y Justicia, que busca demostrar la compatibilidad entre fe y progreso social, también celebra este mes su 25 aniversario. En esta entrevista, el superior provincial de la Compañía de Jesús en Cataluña, Pere Borràs, concreta los retos de la escuela concertada y la Iglesia católica en Cataluña para los próximos años.
"Defender la justicia social o la paz entre las religiones importa más que criticar las bodas gay"
P. ¿Cuál es el futuro de la escuela concertada cristiana?
R. La escuela concertada, pese a ser de titularidad privada, hace un servicio público. Así lo dice el Pacto Nacional por la Educación. La escuela concertada no hace negocio. Y siempre vamos justos de dinero. Los jesuitas queremos que nuestras escuelas sean abiertas: que todo el que quiera venir, lo pueda hacer.
P. En Cataluña la escuela cristiana no es un bloque uniforme.
R. Hay una gran diversidad de escuelas cristianas, pero las que se agrupan en la Federación de la Escuela Cristiana no tienen diferencias de fondo. Otra cosa son las escuelas del Opus Dei, que no son parte de esta federación.
P. ¿Cómo tendría que abordarse la enseñanza de la religión?
R. Conocer el hecho religioso tendría que ser obligatorio para todos los alumnos, vayan a la pública o a la privada. No tiene sentido que, en un futuro, tengan que elegir entre ética o religión; o bien entre hacer religión o irse a casa, que es una propuesta del Ministerio de Educación.
P. ¿Y esta asignatura tendría que ser confesional?
R. La cultura religiosa no tiene que ser confesional a la fuerza. Mientras las familias puedan elegir libremente si quieren que sus hijos estudien religión o no, esta enseñanza puede hacerse en el aula, como ocurre en la mayoría de países europeos salvo en Francia. Se da a la clase de religión una importancia que no tiene. No es el único espacio para transmitir determinados valores. Para los jesuitas, la clase de religión es una pieza más. Nunca me pelearía por ella. Lo importante es que el testimonio se dé durante toda la formación de los alumnos.
P. Durante el papado de Juan Pablo II, las relaciones entre los jesuitas y la Santa Sede no habían sido precisamente buenas. ¿Han mejorado desde el nombramiento de Joseph Ratzinger?
R. Sí que es cierto que con Wojtyla hubo conflicto. Los jesuitas seguimos una opción muy determinada por la justicia social y el compromiso con los débiles, y no fue bien entendido por el Vaticano. San Ignacio de Loyola ya tuvo, en su momento, tensiones con el Vaticano. Ahora, con Benito XVI, las relaciones son mucho mejores y el diálogo, más fluido.
P. ¿Cuáles son los nuevos retos de los jesuitas?
R. Nosotros defendemos una fe implicada con el mundo. Por eso nos volcamos en la educación, pero también en la cooperación, la justicia social, la ayuda a los pobres y los refugiados y la bioética. Estamos llamados a superar las fronteras y a dialogar con la sociedad, donde viven creyentes y no creyentes. El reto es cómo incorporar en nuestro mundo intercultural y globalizado los valores que expresó Jesús en los Evangelios. En definitiva, tener presente que la fe cristiana lleva hacia la defensa de la justicia social.
P. Pero ése no es el mensaje de la Conferencia Episcopal, o al menos, de algunos de sus obispos, como Cañizares, Martínez Camino y Rouco Varela.
R. Es verdad, no lo parece. El mensaje de la justicia social ya se da por supuesto y los obispos se preocupan por otras cosas.
P. Los jesuitas no han optado por hacer ninguna declaración pública sobre el matrimonio entre homosexuales. ¿Por qué?
R. Secundamos la antropología cristiana de la sexualidad, pero preferimos abordar otros temas que consideramos más importantes, como la justicia social, la paz entre religiones, el ecumenismo y los derechos humanos.
P. Pero el mensaje de Rouco y Cañizares no habla de todo esto.
R. Esto nos preocupa, la imagen de la Iglesia. Venimos de una tradición determinada, en la que la Iglesia tenía el monopolio del hecho religioso y no había diálogo. Pero ahora estamos volviendo a algo que muchos ya dábamos por superado: que se identifique el catolicismo con una ideología política en concreto. Por suerte, los obispos catalanes no se han implicado en las manifestaciones en Madrid contra la LOE o el matrimonio gay, ni con el mensaje que emiten determinadas emisoras de radio.
P. ¿Entonces, cómo transmitir la fe en una sociedad laica?
R. El cristianismo no es ni una liturgia ni una ética, sino una experiencia personal. Es un camino personal que uno realiza a lo largo de su vida. Esto se contradice con una forma sociológica de transmitir la fe.
P. Usted, además, preside la Unión Catalana de Religiosos, una entidad que agrupa a las órdenes religiosas implantadas en Cataluña. ¿Cómo afrontan la crisis de vocaciones?
R. En el mundo, los jesuitas mantenemos el mismo número de incorporaciones, unas 500 al año. Pero cada vez hay menos vocaciones en Europa, y más en América Latina y el Sureste asiático. En Occidente, la vida religiosa se ve como una opción radical. Aunque ésta no es la única vía para implicarse en una orden religiosa. Por ejemplo, hay muchísimos laicos participando en instituciones relacionadas con los jesuitas: Intermón Oxfam, Cristianismo o Justicia y otros proyectos de voluntariado.
P. ¿Todo ello pone de manifiesto la necesidad de reformar la Iglesia católica?
R. La Iglesia debe estar reformándose constantemente. Hay que apostar por otro modelo, cerca de los pobres, en el tercer y cuarto mundo. Un modelo más participativo, más ecuménico y que potencie el diálogo entre religiones. Y sobre todo, una Iglesia más cercana al mundo de hoy.
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