_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Humillante

Juan José Millás

Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que las medidas de "seguridad" adoptadas a partir de esta semana en los aeropuertos son una locura. Nada es más inseguro ni humillante que cruzar un arco antimetales descalzo y sujetándote los pantalones ante la mirada irónica o suspicaz de un grupo de uniformados. La seguridad a ese precio es sólo precio. El problema es dónde protestar, porque, si lo hemos entendido bien, se trata de una "directiva europea", es decir, no sabemos quién es exactamente el paranoico al que se le ha ocurrido. El interruptor de la luz lo maneja un alemán y el tránsito aeroportuario un belga. Como ven, todo muy tranquilizador. Afirmar que se trata de una "directiva europea" es tanto como atribuir la decisión a Dios, lo que no está mal si pensamos que Dios siempre ha sido partidario, en todas las culturas, de fomentar el miedo, el susto, el castigo, el delirio de persecución.

Pese a la apariencia de laicidad en la que vivimos instalados, nunca hemos sido tan religiosos. Ahora nuestro Dios es Alá, puesto que a él se atribuye en última instancia esta normativa que ha caído del cielo como la gota fría. No lo he descubierto yo, sino un funcionario de la T-4 madrileña con el que me animé a compartir mi perplejidad. Me pidió que no le echara la culpa al PSOE ni al PP ni a CiU, ni siquiera al tripartito. Me dijo literalmente que la culpa era de Alá. De modo que no queríamos Dios y tenemos dos tazas. Si de verdad fuéramos laicos y demócratas, ningún Estado se atrevería a humillarnos con estas prácticas religiosas.

De momento tenemos que atravesar el arco medio desnudos, con la tarjeta de embarque en la boca y haciendo equilibrios con las bandejas en las que hemos agrupado obsesivamente los objetos por densidades. Lo de los 100 mililitros, créanme, carece de importancia. El problema será cuando no nos dejen pasar con toda la masa encefálica. O con cantidades de pensamiento superiores a las permitidas por la directiva europea o por Alá. Aunque quizá esas restricciones hayan entrado ya en vigor sin que seamos conscientes de ello. Ninguna sociedad con un pensamiento entero se habría tragado esta imposición. El fundamentalismo religioso ha ganado la guerra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_