Hamás acepta un Gobierno de unidad palestina presidido por un tecnócrata
Los islamistas ceden para poner fin al bloqueo económico de la comunidad internacional
Hamás ha aceptado la caída de su Gobierno siete meses después de tomar posesión. El partido islamista palestino anunció ayer que el nombre del sustituto del primer ministro, Ismail Haniya, está decidido. Un relevo con el que se desea abrir el paso a un Ejecutivo de tecnócratas capaz de superar las draconianas sanciones impuestas por Israel, Estados Unidos y la Unión Europea, que pretenden forzar al movimiento fundamentalista a reconocer a Israel. La cuestión clave es hasta qué punto estarán vinculados a Hamás los miembros del nuevo Gabinete.
Varias veces los dirigentes islamistas y de Fatah, el partido del presidente Mahmud Abbas, han lanzado a los cuatro vientos que el acuerdo sobre el Gobierno de unidad nacional era un hecho. De nuevo lo anunciaron ayer. Sólo restaba que el mandatario diera su visto bueno al nombre propuesto por Hamás para encabezarlo. Pues no lo dio. Las negociaciones continuarán hoy. En el supuesto de que pactaran un nuevo Ejecutivo, quedará por ver si la fórmula es aceptada por los promotores del bloqueo.
"Hay un acuerdo en el interior de Hamás sobre el candidato, que será anunciado por el primer ministro al presidente", afirmó el portavoz del Ejecutivo, Ghazi Hamad, horas antes de que Abbas y Haniya se reunieran en la ciudad de Gaza. Aunque se formara el Gobierno de unidad nacional, no está nada claro que las exigencias de los países occidentales queden colmadas. Porque es casi inverosímil que el pacto de Gobierno entre Hamás y Fatah recoja el reconocimiento explícito de Israel por parte del movimiento islamista, ni la renuncia a la violencia. Los borradores negociados previamente fueron vagos al respecto y permitían interpretaciones opuestas. Y en todo caso, cualquiera de ellas fue rechazada sin tapujos por el Gobierno israelí, porque alientan el derecho al retorno de los refugiados palestinos.
Es evidente que ambas partes ceden. Muchas veces había reiterado Haniya que nada le apartaría de seguir al frente del Ejecutivo, y al final se ve forzado a echarse a un lado. Sólo les queda argumentar que Hamás será quien proponga el nombre del primer ministro y de la mayoría de los miembros del Gobierno. El presidente Abbas, pese a sus reiteradas advertencias, siempre ha aplazado su amenaza de disolver el Gobierno de Hamás y convocar nuevas elecciones. Pero la dramática situación económica de Cisjordania y Gaza, fruto del embargo internacional, ha situado los territorios ocupados al borde del colapso.
Mientras, en Beit Hanun, en el norte de Gaza, las tropas israelíes permanecen desplegadas por sexto día consecutivo. Una mujer de Yihad Islámica lanzó un ataque suicida contra uno de los controles militares en la ciudad, hiriendo levemente a un soldado hebreo. La aviación mató a cuatro milicianos de Hamás y a dos adolescentes que se dirigían al colegio y que pasaban junto a un vehículo que era el objetivo del misil en Beit Lahia. Son al menos 55 las víctimas mortales -casi la mitad civiles- de esta ofensiva que ni detiene el lanzamiento de cohetes caseros ni parece que ayude al rescate del soldado judío Gilad Shalit, en manos de la milicia de Hamás desde el 25 de junio. Precisamente con la negociación para el canje de prisioneros palestinos a cambio de Shalit relacionan algunos analistas la brutalidad del Ejército israelí en Beit Hanun. "Hamás podrá ganar mucho crédito por la liberación de los presos, pero el pueblo palestino tendrá que pagar un precio muy alto. El precio de una destrucción a gran escala que coloque a la opinión pública palestina ante una pregunta: ¿valió la pena?", escribía ayer el analista Danny Rubinstein.
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