Olvidos
El viernes, La 2 emitió Olvidados, un documental de Iñaki Arteta sobre los familiares de las víctimas de ETA. Igual que en su anterior trabajo (y repitiendo algunos testimonios), Arteta deja hablar a los damnificados. Los que le critican dicen que sólo presenta una parte del drama pero, se esté de acuerdo o no con la forma de hacerlo, la voluntad de Arteta es necesaria, valiente y justa. Ya somos mayorcitos para saber qué parte del testimonio es opinable y qué parte denuncia el odio, la violencia (incluida la venganza) y una red de intereses que potencia la mafia y la impunidad. Se trata de recordar a los que la política y el miedo escondieron tras un tupido velo de dolor, maledicencias ("algo habrá hecho") y silencios. Un hombre recuerda a sus familiares, asesinados en el atentado de Hipercor: sus dos hijas y su mujer. En nombre del pueblo vasco, los crímenes pretenden adquirir el glamour revolucionario, pero esa patraña no cuela. Huérfanos, viudas y cientos de secuelas, a cual más dura. Todo se denuncia sin aspavientos, y queda claro lo desatendidos que han estado los supervivientes y sus familiares y las promesas que los sucesivos gobiernos españoles y vascos incumplieron. "Los hijos sufren callando para que tú no sufras y tú sufres callando para que ellos no sufran hasta que todo explota", contaba una viuda que decidió marcharse de Euskadi. La historia de estas décadas tiene ya un corpus documental que incluye La pelota vasca, Asesinato en febrero, Perseguidos y, en un lugar privilegiado, los trabajos de Arteta. El amor por Euskadi es, por suerte, plural, y nadie tiene la exclusiva de este sentimiento. Una madre que ha decidido marcharse cuenta que, un día, su hijo se pone a llorar cuando ve que ha empezado a llover: la nostalgia es eso. Otro testimonio es rotundo al matizar que la paz no lo garantiza todo. "La paz no implica la libertad", dice, una verdad incómoda en un momento en el que la búsqueda de un perdón institucional pactado convierte a los verdugos y a sus simpatizantes en jueces y parte.
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