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Reportaje:Elecciones autonómicas en Cataluña

Los convergentes han marcado el ritmo

Mas ha prometido liderazgo y un Gobierno fuerte frente al "desbarajuste" del tripartito

Quince mítines y 15 llenos hasta la bandera. Convergència i Unió (CiU) no recordaba desde las mayorías absolutas de Jordi Pujol, en los años ochenta y noventa, una movilización tan masiva como la conseguida durante esta campaña. Daba igual que el acto lo presidiera Artur Mas, Josep Antoni Duran, Felip Puig, Xavier Trias o el ex presidente Pujol, que se ha implicado como el primero en arengar a los simpatizantes nacionalistas para que hoy puedan obstaculizar la reedición del tripartito.

Mas se ha tomado la campaña con relativa tranquilidad. Se acabaron los maratones viajeros de antaño por toda la geografía catalana. El candidato convergente ha preferido celebrar actos sectoriales en Barcelona por la mañana, precedidos de una conferencia de prensa para explicar sus promesas electorales, y por la noche un mitin en las principales ciudades de Cataluña. Es en la capital catalana donde los nacionalistas creen que los resultados darán un vuelco en detrimento del PSC. Sus sondeos reflejaban una superioridad de CiU de siete puntos con respecto a su principal rival. Por su parte, el resto de los dirigentes nacionalistas se han pateado los municipios para, en expresión acuñada por Pujol, pasar el rastrillo de los votos y recogerlos "a puñados".

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Los nacionalistas realizan un balance positivo de su campaña. Aseguran -y ninguno de sus contrincantes lo niega- que han llevado la iniciativa mediática.

Antes del día 15, lanzaron un crítico DVD con la gestión del tripartito, del cual distribuyeron más de un millón de copias. El primer día de la carrera electoral remitieron a los casi cinco millones de electores una copia del Contrato con los catalanes, que recogía 21 promesas electorales depositadas ante notario, lo que les valió acusaciones de falta de credibilidad. El documento también incluía un compromiso de no establecer un "pacto estable" con el PP, que los populares interpretaron como un signo de la "arrogancia y prepotencia" del candidato convergente. Después retiraron -el PSC sostiene que sin ninguna contrapartida- la enmienda a la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado.

Propusieron, la primera semana, un controvertido carné por puntos para supeditar el acceso a determinados servicios públicos por parte de los inmigrantes a su grado de integración social. Iniciativa per Catalunya las calificó de medidas "xenófobas". Y, finalmente, Mas se fotografió desayunando con el presidente del Barça, Joan Laporta. Una instantánea que después este último tuvo que repetir con el socialista José Montilla.

El producto que han intentado vender los nacionalistas va más allá de unas siglas políticas, según ha afirmado Mas. La oferta electoral ha consistido en un "proyecto de país" sustentado, sobre todo, en una práctica de Gobierno a las antípodas del "desbarajuste y el barullo" que, a tenor de los convergentes, ha significado el tripartito. "Gobierno fuerte y liderazgo firme", ha sido el machacón mensaje que ha lanzado Mas. Todo ello acompañado de la primera parte de su lema electoral: "Amar a Cataluña".

Mas ha repetido sin cesar que CiU ha ganado en esta campaña dos batallas, la de las ideas y la de la movilización. Y que estas dos victorias deben inclinar la balanza de las urnas a su favor y recuperar un Gobierno, que la izquierda les arrebató en 2003, después de haber saboreado por unas horas el triunfo electoral.

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