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Elecciones autonómicas en Cataluña

Cataluña decide hoy quién desarrollará el Estatuto

Las urnas dirimen entre nuevo tripartito, 'sociovergencia', frente nacionalista, pacto CiU-PP o Gobierno en minoría

Francesc Valls

Un total de 5.320.637 ciudadanos están llamados hoy a las urnas para decidir quién gobernará Cataluña en los próximos cuatro años: el socialista José Montilla o el convergente Artur Mas.

La imprevisible abstención -que muchos expertos sitúan entre el 40% y el 50% y que perjudica en comicios autonómicos a la izquierda- enturbia las proyecciones sobre los resultados. Sobre todo porque Cataluña es un escenario de muchos partidos con segmentos de electorado que se solapan; cualquier mínima variación modifica el mapa. Del grado de abstención dependerá, aseguran los especialistas, la dimensión de la ventaja que Convergència i Unió -formación a la que todas las encuestas dan como ganadora- pueda lograr sobre su directo rival, el Partit dels Socialistes.

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Y también si la hegemonía caerá del lado del centro-derecha nacionalista o de la izquierda socialista. Una hegemonía que, más que probablemente, se plasmará en alianzas, pues ninguna encuesta anuncia mayoría absoluta a un solo partido.

Las de hoy son elecciones parlamentarias. Será la Cámara quien elija al nuevo presidente de la Generalitat, de modo que ganará el que pueda y sepa forjar una alianza de Gobierno (incluso de perdedores, como en Galicia o en Suecia), lo que se ha explicitado en esta campaña con vehemencia, frente a la reclamación de CiU de que la primera minoría es la que debe formar Gobierno.

- Artur Mas, el candidato de CiU, parte como claro favorito. Las encuestas le dan una horquilla de entre 43 y 58 parlamentarios. No obstante, su apuesta por una campaña agresiva ha puesto de relieve la soledad política de Convergència i Unió, sólo capaz de encontrar cobijo, al menos de momento, bajo el techo ahora no deseado del Partido Popular, compañía de la que CiU acabó abominando tras dos legislaturas de convivencia y conveniencia políticas. El debate mantenido en TV-3 por los cinco candidatos fue una expresión de esa soledad de la federación nacionalista que gobernó Cataluña durante 23 años y que supera con sobresaliente el examen de las urnas, pues cuenta con un promedio de 59 diputados por contienda electoral autonómica.

Quizás por ello, y dado que la fidelidad de voto a CiU es mayor que la de las demás fuerzas, Mas y su equipo se han lanzado a una campaña del todo o nada. El DVD publicitario de CiU sobre la actuación del tripartito es metáfora de la agresividad y la soledad. Otra, la visita del líder de CiU al notario, buscando marcar distancias con el PP y mantener su apuesta por un Gobierno sin socios.

Ello se ha completado en estas dos semanas de campaña con una imagen en TV3 de Mas enfrentado a todas las demás fuerzas, hasta tal punto que ha dado cohesión argumental al antiguo y finiquitado tripartito. Los líderes de las tres formaciones le han recordado a Mas que en poco menos de tres años su gestión ha alumbrado proyectos que CiU no hizo en 23 años: la ley para mejorar los barrios más deprimidos, el pacto por la educación -que supone un reparto en la escolarización de niños inmigrantes entre escuelas públicas y privadas- y el saneamiento de las finanzas públicas, amén de la reforma del Estatuto.

Pero el tono empleado por Mas ha irritado aún más a sus antiguos socios del PP. Si Jordi Pujol y Mas aceptaron sus votos, aunque ninguneándolos, sin que se quejasen, ahora el PP catalán clama contra Mas: "¡Soberbio!".

- José Montilla, por el contrario, ha realizado una campaña escasamente audaz, casi tímida, como el personaje. Ha aprovechado algunos errores del líder convergente para destacarlos y ha tratado de reforzar la imagen de gestor, pasando de puntillas por la herencia a un tiempo innovadora y turbulenta que el tripartito ha dejado en Cataluña. Las encuestas le dan entre 37 y 43 diputados. Como armamento de gran calibre, Montilla ha contado con la presencia en campaña del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el político más popular en Cataluña, segundo granero de votos socialistas en las legislativas, tras Andalucía.

Con la irrupción de Zapatero, el PSC ha tratado de conjurar esa maldición que le hace perder 600.000 votos entre las elecciones generales -que siempre ganan- y las autonómicas, en las que sólo han conseguido más votos (no más diputados) que CiU cuando Pasqual Maragall encabezó las listas. Eso fue en 1999 y en 2003, fechas en que el PSC obtuvo 4.879 votos más que Jordi Pujol y, en la segunda, estuvo 7.029 votos por encima de Mas.

- Los partidos minoritarios. Respecto a los tres partidos menores -Esquerra, PP e Iniciativa-Verds, que pueden tener la llave de quién será presidente-, la campaña más agitada ha sido para los independentistas de Josep Lluís Carod-Rovira y Joan Puigcercós. ERC ha intentado regresar al discurso de la "equidistancia" entre CiU y PSC.

Ha querido difuminar en 15 días la imagen de radicalismo que arrastra desde hace tiempo y que aumentó con su no al Estatuto. El retorno republicano a las esencias primigenias de la equidistancia es un bálsamo para el electorado de un partido dividido entre los partidarios de pactar con CiU y quienes prefieren las izquierdas. Esquerra, que cuenta con 23 diputados, apunta en las encuestas una tendencia a la baja. Si resulta muy pronunciada, podría forzar el relevo de Carod por Puigcercós.

En el otro extremo del arco parlamentario, el PP de Josep Piqué conservará probablemente buena parte de su bolsa de votantes -que le dieron 15 diputados-, y de no hacerlo, como sugieren bastantes encuestas, se sumergirá en la enésima crisis. Piqué será imprescindible si Mas logra su objetivo de que las fuerzas que integraron el tripartito, con 74 escaños, no sumen la mayoría absoluta (68 diputados). Piqué ha proclamado que no está dispuesto a ejercer de criado del centro-derecha nacionalista, pero también es consciente de que ésa es su única pareja.

Los ecosocialistas de Iniciativa-Esquerra Unida (ICV-EUiA) son los que han reivindicado durante la campaña y de forma plena la herencia del tripartito y han apostado sin ambigüedades hacia un Gobierno de izquierdas, su único horizonte de poder. Las encuestas prevén un fuerte tirón para la formación que lidera Joan Saura (hoy 9 escaños): las más optimistas para él le asignan 15 escaños, pero todo dependerá de si las llamadas de Montilla al voto útil de la izquierda surten o no efecto.

- ¿Tripartito o 'sociovergencia'? La joint venture política que PSC, ERC e ICV-EUiA iniciaron hace tres años podría repetirse como hipótesis factible para cerrar el paso al poder de CiU. El grueso del PSC apuesta inequívocamente por esa fórmula, o por la de un Gobierno en minoría junto con Iniciativa.

Pero todo depende de si Montilla da prioridad a la que "será una fortísima presión de Zapatero y su entorno", asegura un alto dirigente del PSC, porque aún sigue vivo el recuerdo de los "ruidos" del tripartito y porque CiU es para él un socio más conveniente y presentable ante la opinión española, dada la permanente campaña del PP según la cual España estaría rompiéndose.

La incomodidad del PSOE con Esquerra se explica por el gran altavoz que ésta ha dado a su independentismo, mientras que la alianza con CiU tiene tradición, por sus acuerdos parlamentarios con los Gobiernos socialistas de Felipe González... y con los Ejecutivos populares de José María Aznar. Y en el panorama político español, ni para socialistas ni para populares resulta de colores políticamente fauvistas.

La opción de la sociovergencia, por su parte, cuenta con un público más entusiasta. Por supuesto, el empresariado catalán le da un espaldarazo a esta propuesta, que garantizaría aparentemente la estabilidad política, aunque también la muerte de la alternancia democrática entre los dos grandes partidos. También, según los sondeos, sería la fórmula preferida del electorado, seguida a corta distancia por la del tripartito. Otra fórmula de colaboración sociovergente sería el apoyo parlamentario puntual del PSC a CiU, sin necesidad de regularizar la situación con un reparto de carteras gubernamental. Al menos hasta que lleguen las elecciones generales. El problema es que CiU sólo contempla esta gran alianza como segundo recurso, en caso de empate. Y que, hoy mismo, en el PSC suena a purgante: algunos predicen que provocaría graves fisuras en el partido.

- Frente nacionalista. Si ERC consiguiese nuevamente tener la doble llave -poder hacer de king maker para socialistas y convergentes-, aunque es seguro que no la tendrá en solitario, porque los grandes podrían aliarse entre sí y dejarla en la cuneta, otra hipótesis sería la de un Gobierno nacionalista, una propuesta que nunca gustó a CiU y que fue rechazada por el propio Jordi Pujol, quien en 1999 prefirió contar con el PP como aliado antes que pactar con ERC. Para CiU, es prioritario contar con la alianza de un partido implantado en toda España. Esto le permite transaccionar el apoyo en Cataluña por el de CiU en Madrid. Además, aseguran los apologetas de esta fórmula que buscar un "aliado español" evita la creación de frentes nacionalistas que podrían dividir a la sociedad catalana, como sucedió en Euskadi

- ¿Y el PP? En todo este abanico de posibilidades, al PP sólo le queda un papel: el de socio necesario para romper la mayoría absoluta de la izquierda e investir a Artur Mas. Aunque promete que no lo hará si no accede al poder.

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