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Polonia reprocha a Merkel el gasoducto que unirá Rusia y Alemania

El viaje del primer ministro Kaczynski a Berlín confirma la tirantez de las relaciones bilaterales

Los esfuerzos de la canciller alemana, Angela Merkel, por mostrarse distendida ante la prensa en la primera visita a Berlín del primer ministro polaco, Jaroslaw Kaczynski, no lograron ocultar ayer la tirantez de las relaciones entre Alemania y Polonia. Con semblante muy serio durante toda la rueda de prensa posterior a su reunión con Merkel, Kaczynski expresó su malestar por la construcción del gasoducto que unirá Rusia y Alemania por el mar Báltico.

El jefe de Gobierno polaco se mostró preocupado por la posibilidad de que "se le cierre el grifo a Polonia". La oferta de Alemania de construir una bifurcación a la altura de Polonia no satisfizo a Kaczynski, que expresó su voluntad de diversificar sus fuentes de suministro de gas para depender menos de Rusia. "Ningún Estado de la UE debe poner en apuros a otro con sus proyectos", declaró Merkel. Para evitar que ningún país se sienta marginado, Merkel abogó por un mercado común europeo de la energía que asegure el suministro de gas y electricidad a todos los países. Ambos mandatarios pidieron una vez más a Rusia que ratifique la Carta de la Energía, que establece el marco legal para fomentar la cooperación en materia energética.

La promesa del Gobierno alemán de hacer oídos sordos a las reclamaciones de tierras en Polonia de los alemanes expulsados de aquel país tras la II Guerra Mundial tampoco dejaron satisfecho al jefe de Gobierno polaco. "Desde el punto de vista polaco, este asunto no está zanjado", declaró Kaczynski. Antes de aterrizar en Berlín, el hermano gemelo del presidente de Polonia, Lech Kaczynski, se mostró partidario, en una entrevista publicada ayer por la prensa alemana, de que Polonia y Alemania firmen un tratado bilateral en el que renuncien a sus respectivas reclamaciones. Merkel consideró que un tratado así "complicaría las cosas" y dio el asunto por "resuelto".

Los expulsados alemanes exigen del Gobierno polaco indemnizaciones por la enajenación de sus propiedades en el oeste de Polonia, una región que Hitler había anexionado antes de la II Guerra Mundial y que tuvieron que abandonar. Una reciente exposición sobre su historia organizada por ellos en Berlín contribuyó en agosto pasado a enturbiar las relaciones entre los dos países. En esa ocasión, el primer ministro Kaczynski señaló que no hay que olvidar quiénes fueron las víctimas y quiénes los verdugos en la II Guerra Mundial.

La representante y portavoz de los expulsados, Erika Steinbach, pertenece a la Unión Cristiano Demócrata (CDU), partido que preside Angela Merkel. Steinbach lidera también una iniciativa para construir en Berlín un "centro contra deportaciones", rechazado por Polonia porque pondría la expulsión de los alemanes de Silesia y Prusia Oriental tras la guerra a la misma altura que las deportaciones de judíos a manos de los nazis. Cuatro horas de reunión entre Merkel y Kaczynski no consiguieron mejorar las relaciones entre los dos países, enturbiadas, sobre todo desde la llegada al poder del presidente, Lech Kaczynski, por la desconfianza mutua.

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