Castro existe
Después de más de cuarenta días de conjeturas, y a los tres meses de su retirada temporal del poder, los cubanos han vuelto a tener imágenes de Fidel Castro, a través de la televisión. El dictador, que no había sido retratado para el público desde la cumbre de los No Alineados, el 18 de septiembre pasado, afirma ante las cámaras que su enfermedad evoluciona como estaba previsto, califica de boberías los rumores sobre su persona y asegura que participa desde su forzado retiro en decisiones importantes del partido y el Gobierno.
Ningún país, ni siquiera Cuba, puede permitirse el lujo de especular durante semanas sobre si sigue vivo o no el hombre que dirige férreamente sus destinos desde hace casi medio siglo. Cuando se aproxima su final, todas las dictaduras unipersonales tienden a ser parecidamente patéticas, cuando no grotescas. Puesto que grotesco es el empeño del aparato de propaganda para intentar transmitir a los cubanos que su jefe -aunque sea visiblemente desmejorado y en chándal- sigue ocupándose de ellos con la clarividencia habitual. A la postre, es característica común a todos los regímenes totalitarios su desprecio absoluto por derechos tan elementales como el de la información.
Fidel Castro cedió provisionalmente los atributos del poder a su hermano Raúl, sólo cinco años menor que él, en julio pasado. La naturaleza de su enfermedad sigue siendo un secreto de Estado, como lo es la evolución del paciente. Calmada ahora la ansiedad popular con el vídeo de cinco minutos que certifica que el líder comunista sigue vivo, la próxima apuesta de los cubanos es si reaparecerá con ocasión del magno desfile previsto en La Habana el próximo 2 de diciembre.
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