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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Balance en Cataluña

Con las votaciones del próximo miércoles debería ponerse fin en Cataluña a la crisis abierta por los desencuentros en el Gobierno tripartito sobre el nuevo Estatuto. Estamos ante unas elecciones fruto de la decisión forzada de no terminar la legislatura que tuvo que tomar el presidente Maragall para salvar el referéndum estatutario. La continuidad de la alternativa de izquierdas en Cataluña se somete a votación sólo tres años después de que el experimento se pusiera en marcha. ¿Tendrá la izquierda catalana una nueva oportunidad o se volverá a la "normalización nacionalista" conforme a lo ocurrido en los 23 años anteriores?

El sistema de partidos catalán es significativamente distinto. Mientras la democracia española ha evolucionado claramente hacia el bipartidismo, en Cataluña se ha reforzado el pluripartidismo. De modo que cada vez es más difícil que se produzcan gobiernos de un solo color, libres de alianzas y compromisos con otras fuerzas. De los cinco partidos principales, cuatro tienen opciones reales de formar parte del Gobierno, en combinaciones diversas. Sólo el PP se queda fuera, en la medida en que sus adversarios lo han descartado como socio estable. Pero incluso, según los resultados, pudiera ser apoyo necesario para que gobernase Artur Mas.

Con este sistema, las campañas son menos simples que en el conjunto de España. Y ésta no ha sido la excepción. Todos los partidos, con voluntad de atrapar votos en sus zonas fronterizas, juegan a la ambigüedad con las alianzas para no cerrarse ninguna puerta. En consecuencia, se han dado situaciones pintorescas como, por ejemplo, que sólo Iniciativa per Catalunya ha defendido sin complejos la gestión del tripartito. El PSC ha argumentado que el tripartito sólo podría repetirse de otra manera, sin que se sepa exactamente cuál. Y Esquerra ha vuelto a la equidistancia, aunque de forma claramente imperfecta.

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La agenda la ha marcado CiU. De ella han salido los temas más polémicos: el famoso DVD, el carné por puntos de la inmigración y la defensa obsesiva -haciendo de la necesidad virtud- de que el presidente debe ser el que encabece la lista que obtenga más escaños. Y ha sido esta cuestión, que no tiene ningún sentido, la que más polémica ha provocado, porque en un sistema parlamentario de elección indirecta del presidente sólo hay una manera de ganar las elecciones, que es conseguir mayoría suficiente en la Cámara. La opción sociovergente apareció a principios de campaña como una hipótesis real, fundada en intereses objetivos y supuestas promesas de Rodríguez Zapatero. Según sea el resultado del 1 de noviembre, puede que resucite con fuerza y que las presiones arrecien sobre los dos socios potenciales. Pero la campaña más bien ha puesto las opciones en su lugar natural: o CiU con apoyo externo o tripartito vuelve a ser la disyuntiva.

Con la excepción de algunos incidentes, en especial en torno al PP, la campaña ha transcurrido por caminos poco agresivos. El vídeo de CiU es poco agresivo al lado de los de la fundación del ex presidente Aznar (FAES) o el del famoso dóberman. La gran mancha no la han puesto los partidos, sino la Consejería de Interior al solicitar la prohibición de manifestaciones de estudiantes, de mossos y de SOS Racismo, y la Junta Electoral y el Tribunal Superior de Cataluña al hacer efectivas las prohibiciones.

Naturalmente, el resultado de las elecciones catalanas repercutirá en el resto de España. Al PP le gustaría la repetición del tripartito, porque la alianza socialista con Esquerra da buena munición en el resto de España. Y Zapatero vive entre el PSC y CiU, deseoso de que el primero le siga garantizando el decisivo caudal de votos de siempre y la segunda le asegure larga estabilidad. Con todo, es de interés general que, sea cual sea el resultado, pasado el turbulento periodo estatutario y aprendidas sus lecciones, Cataluña entre en una etapa más sosegada, marcada por la gobernabilidad, la eficiencia y la cooperación con el resto de España.

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