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El vacío catalán

En otros tiempos se habló del oasis catalán; aquí éramos civilizados, sensatos, bien educados, como añoraba Salvador Espriu. La actual campaña electoral nos ha confirmado que poco queda de nuestro oasis puesto que los malos o deficientes modos han sido la tónica, especialmente por parte de los dos candidatos de los partidos previsiblemente mayoritarios. Evidentemente, el candidato de CiU ha justificado que algunos nos confundan con los polacos, si recordamos el comentario de Balzac: "Le muestras un precipicio a un polaco y se lanza de cabeza a él". El tándem Mas-Madí, en un estilo similar al de Aznar-Rodríguez, ha conseguido armar un cóctel de arrogancia, agresividad, desfachatez, antipatía y ataques ad personam que no sólo sorprenden en el sucesor de un político de la talla de Jordi Pujol, sino que parece el método menos indicado para ganar unas elecciones en las que salía como claro favorito. Los modos del candidato del PSC son de naturaleza muy distinta y no generan el mismo rechazo, pero sí aburrimiento, pues no dice casi nada interesante y da la impresión de que se esfuerza en parecerlo, en enfatizar que no quiere decir nada pero sí imitar a su imitador (estupendo) de Polonia. Algunas cosas que se le entienden se parecen demasiado a lo que dicen Piqué (sobre la inmigración) o Mas (sobre la posible sociovergencia).

Existe un vacío de falta de interés y de esperanza, pero sobre todo de propuesta política

El resto de candidatos no deja de ofrecer un panorama curioso pero poco estimulante. Piqué ha conseguido convertirse en un brillante político merecedor de una total falta de confianza. No tiene credibilidad, ni la tiene cuando ofrece su imagen de político liberal y tolerante, que seguramente responde a su naturaleza, pues entonces uno se pregunta qué demonios hace con esta caterva de bárbaros de la cúpula del PP; ni cuando asume el discurso ultra junto al legionario cristero de Acebes, que compensa su bajo cociente intelectual con su larga nariz de Pinocho. El líder de ERC en el único debate entre los cinco candidatos parecía un monseñor prematuramente envejecido instalado en el limbo de la política, cuyo principal interés era manifestar un ecumenismo ingenuo y evitar que le recordaran que a él se debían los principales trastornos del Gobierno tripartito. Y el énfasis en su equidistancia sólo puede leerse como una oferta al mejor postor. En este conjunto no le es difícil al lider de Iniciativa aparecer como coherente y sensato, incluso simpático y con una propuesta clara: el Gobierno de las izquierdas. El problema con ICV-EUiA no es ni el líder, ni su acción anterior, ni sus militantes, ni sus propuestas. El problema es que si bien tienen un prestigioso pasado carecen de un presente con una identidad nítida y no se sabe muy bien cuál puede ser su futuro.

El resultado es un tremendo vacío. No sólo de falta de interés, de entusiasmo o de esperanza, síntomas que nos parecen muy presentes entre la ciudadanía. El vacío más evidente y más grave es de propuesta política. Este vacío se manifiesta especialmente a la hora de definir los acuerdos poselectorales. Dos datos son prácticamente seguros. Uno, ninguna lista obtendrá la mayoría absoluta, ni mucho menos; por tanto, será necesario hacer acuerdos entre dos o tres listas para poder gobernar. Segundo, los acuerdos que se hagan condicionarán y mucho, el programa de gobierno; por tanto, resulta incomprensible que, conocidos los programas de cada uno, no se indiquen ahora las opciones de alianzas de cada uno. Este vacío, que se puede interpretar como una petición de voto a ciegas, solamente se explica por la levedad y similitud de los programas, o peor aún, se puede inferir que expresa una apetencia de poder con independencia del uso que se vaya a hacer de él.

El vacío político, sin embargo, nos parece que no se debe a la perversión, la incompetencia o el oportunismo de los partidos o de los candidatos, aunque éstos y aquéllos podrían llenarlo un poco. Por ejemplo, el fenómeno Segolène Royal, en Francia, a la que injustamente se ha acusado de no tener ideas, es todo lo contrario. Es cierto que no hace el discurso programático, ideológico, retórico, genérico, de los partidos tradicionales, pero ha renovado el lenguaje político, ha roto fronteras culturales, tiene propuestas que resultan atractivas o convincentes para muchos los ciudadanos. Confieso que no todas me gustan, pero todas me interesan pues se refieren a problemas reales a los que da respuestas con elementos innovadores. Los jurados ciudadanos, por ejemplo, se pueden discutir, pero nos parece evidente que tienen que establecerse procedimientos para evaluar a los responsables políticos y sancionar los incumplimientos voluntarios de sus promesas electorales. En esta campaña las propuestas novedosas han faltado casi siempre y algunas que se han hecho representan un retroceso reaccionario sorprendente, cuando no ridículo, como los cheques y los puntos de Artur Mas o sus visitas al notario.

El vacío político que padecemos de todas formas tiene también causas estructurales, relativamente independientes del buen o mal hacer de los líderes políticos. Nuestras sociedades no construyen ni aparentemente demandan proyectos de futuro exaltantes, ni aspiran a cambios radicales, son miedosas, conservadoras y pusilánimes. Pedir a los líderes políticos ambición colectiva, audacia intelectual y profundidad política nos parece excesivo. Algunos lo sustituyen por algún tipo de fundamentalismo, con lo cual es peor el remedio que la enfermedad, en especial en el caso del PP, que se guía por el triple fundamentalismo nacionalista (español), religioso (paleocatólico) y económico (todo mercado). El resto tiende a hacer campaña sobre la base de generalidades inocuas y propuestas marcadas por el lenguaje publicitario que parecen confundirse.

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Esta es la crítica que se les puede hacer. Aceptemos que en este momento histórico las diferencias entre las opciones políticas parecen de detalle y de estilo permitiendo establecer prioridades y medidas muy distintas aunque los márgenes sean reducidos. Pues bien si, como decía Mies van der Rohe, "Dios está en los detalles", quisiéramos que se acentuaran claramente los detalles diferenciales, las oposiciones principales y los acuerdos posibles, que se evitaran los brindis al sol y se precisaran algunas propuestas novedosas. ¡Un poco de gracia y de imaginación, por favor!

Jordi Borja es urbanista.

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