Cuentos y escenas
El último libro del argentino Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) lleva por título Alumbramiento y hace el número tres de sus volúmenes de cuentos (El que espera, 2000; El último minuto, 2001). Al menos ésta es la palabra -cuentos- que reza junto al título, con el peligro de que llame a alguien a engaño. Verán ustedes por qué. La primera parte de las cuatro que tiene el volumen se llama 'Otros hombres' y en ella se reúnen diez textos que ocupan aproximadamente la mitad de su extensión. Aquí se encuentran textos breves que van desde el cuento fantástico ('Alumbramiento') hasta la escena cotidiana ('Una raya en la arena'), pasando por el apunte histórico ('El bandido relativo'), el relato epistolar ('Las cartas de los tristes') y la fábula moral ('El blues del año pasado').
ALUMBRAMIENTO
Andrés Neuman
Páginas de Espuma
Madrid, 2006
166 páginas. 13,50 euros
La segunda parte agrupa die
cisiete microrrelatos, narraciones muy breves que no suelen sobrepasar el límite de una página, bajo el epígrafe de "Miniaturas". Entre estas miniaturas destacan dos ejercicios brillantes de inversión irónica: 'La felicidad' (que ya apareció en la antología Ciempiés) y 'Sísifo'. Antes de terminar con dos series de reflexiones teóricas sobre el cuento, la tercera sección incluye nueve textos relacionados directa o indirectamente con la vida literaria: una conferencia de Borges en Buenos Aires; las idas y vueltas de un poema por el camino de las traducciones; y el que, en la tradición vanguardista de enseñar las costuras de lo que se escribe, tal vez sea el mejor cuento de toda la colección, 'Sobre las bondades del punto de vista'.
Precisamente en este cuento el narrador enuncia la raíz del problema que afecta al libro, y que no es otra que un prejuicio vanguardista: "... llevada a cierto extremo la intriga es de mal gusto...". Cabría responder a este narrador que depende, como casi siempre, de lo que uno quiera escribir. Para escribir cuentos yo diría que es preferible pecar de un exceso que de un defecto de intriga. Para escribir escenas de costumbres -y conste que a mí me gustan- sencillamente da igual. En el caso de Alumbramiento el conjunto resulta tan heterogéneo que la denominación de "cuentos" se sostiene gracias a unos pocos, muy pocos, relatos. Los demás textos, dada la ausencia de conflicto o de intriga, podrían llamarse "escenas imaginadas" o "diálogos curiosos". En los cuentos, además de la brevedad, debe dominar el conflicto y cierta contundencia a la hora de recoger velas. Dicho esto, quienes lean los textos de Alumbramiento sin la expectativa de encontrar en todos y cada uno de ellos un cuento, disfrutarán de una voz amable, llena de recursos, matizada hasta la perfección, y que es capaz de tocar varios registros en un espacio mínimo.
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