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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El petróleo de Obiang

Normalizar las relaciones con Guinea Ecuatorial ha sido uno de los objetivos más constantes de la diplomacia española durante los últimos 25 años, siempre concluido en fracaso. Aparte de razones históricas y de múltiples errores por parte de los sucesivos Gobiernos españoles, existe una causa decisiva para este persistente desencuentro: los escasos avances en la democratización del régimen ecuatoguineano, ahora reforzado por los ingresos procedentes del petróleo, de los que en nada se ha beneficiado una población sumida en la pobreza. Hay elecciones previstas para 2008, pero hoy por hoy nada garantiza que serán realmente libres. Más bien lo contrario.

La visita de una delegación española, compuesta por dos ministros y los responsables de algunas de las empresas más importantes del país, es una iniciativa discutible. Envía un equívoco mensaje a las autoridades de Malabo, en el sentido de que España parece anteponer la posibilidad de participar en la explotación de los recursos de la ex colonia, y en concreto el petróleo, a la necesidad de que se produzcan cambios sustanciales en el régimen de Obiang. El equívoco se acentúa, además, por el hecho de que se haya cursado al dictador una invitación oficial para visitar España y se le haya dejado entrever una disposición favorable a que participe en las Cumbres Iberoamericanas.

Lejos de traducirse en bazas para que España pueda contribuir a la democratización de Guinea, como parece suponer el Gobierno español, hoy sin influencia real en Malabo, el cambio de política puede conducir al resultado opuesto. Es Obiang quien mejor se sitúa para que España tenga que aceptar una normalización de las relaciones sin introducir cambios en su régimen, si nuestro país quiere participar en la explotación del petróleo ecuatoguineano.

La visita demuestra la dificultad de conjugar una política exterior que dice basarse en principios irrenunciables, según ha repetido Zapatero, con la defensa de los intereses nacionales. Ningún responsable político debería sacrificar unos en aras de otros. Pero tampoco debería sobreactuar en ninguno de los dos terrenos. El viejo objetivo de normalizar las relaciones con Guinea no exigía tal despliegue, con una especie de órdago diplomático en el que todo se juega al máximo nivel. Obiang ha demostrado a lo largo de 25 años que ése es el terreno en el que mejor se mueve, y hará todo lo posible para que el objetivo de normalizar las relaciones con su país se realice según las premisas que él impone.

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