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Dos filmes balcánicos prorrogan el tedio de la Mostra

En todos los festivales, el lunes suele ser un día anodino, en el que los programadores aprovechan para exhibir las películas de menor enjundia una vez pasada la apoteosis del fin de semana. Pero, en la Mostra, al ser el único festival que no copa dos fines de semana, el lunes es un día como otro cualquiera, tan tedioso como el resto de las jornadas. Ayer, si acaso, había cierto interés por comprobar si el cine balcánico sostenía el nivel de la sección oficial, después de que, en la recta final del certamen, las dos películas más brillantes hayan procedido de países de la exYugoslavia. Pero ni por esas.

Procedente de la región de Kosovo, Kukumi, de Isa Qosja, cuenta la historia de un grupo de locos que son liberados de su encierro psiquiátrico el mismo día en que la OTAN desaloja al ejército serbio de la zona. Un tema que, en principio, podría ser interesante si Qosja no pecara de pretencioso, al intentar hacer cine de autor. Claro que el concepto de cine de autor para el director kosovar consiste en una voz en off intrascendente, largos planos de gente caminando y una flauta, empuñada por una especie de Simón del Desierto con zapatillas Converse, que igual sirve como instrumento musical que como arma mortal.

También tiene una molesta voz en off, Love, de Vladan Nikolic, una coproducción entre Serbia y Estados Unidos. Es un thriller bien dirigido, pero en el que su artífice desperdiga tantas piezas a la hora de presentar la acción que, cuando le toca recomponerlo, le sale un puzzle confuso y cinematográficamente fallido. Una pena, porque esta propuesta, a medio camino entre el polar francés y el policiaco americano de serie B tiene más mimbres de los que luego ofrece.

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