Suiza lava su imagen
Algo se mueve en el antaño fortín que eran los bancos suizos para que muchos políticos corruptos no tengan ya la certeza de poder disfrutar de las ingentes sumas de dinero esquilmado de las arcas públicas y depositado en la siempre segura plaza que es Suiza. Sus autoridades han comenzado a bloquear cuentas y, en algunos casos, a devolver dinero a Gobiernos demandantes ligando la restitución al compromiso de que éste será destinado exclusivamente a fines sociales. La idea es loable, aunque no parece sencillo que existan suficientes garantías para que ese dinero vaya a ser utilizado correctamente. Sin duda, la repatriación de fondos ilícitos con fines sociales debería ser un magnífico instrumento para combatir la corrupción en los países menos desarrollados. Uno de los casos que aparentemente ha tenido éxito ha sido el de la devolución a Nigeria, el pasado septiembre, de más de 700 millones de dólares depositados en cuentas suizas por el ex dictador Abacha. En el acuerdo ha colaborado el Banco Mundial, que está haciendo de supervisor para proyectos de desarrollo de infraestructuras, salud pública y educación en el país africano.
El bloqueo de dinero ilícito comienza a ser una operación relativamente frecuente y fácil en el sistema bancario internacional. Fenómenos como el narcotráfico o el terrorismo han obligado a la banca a colaborar, sujeta, además, a las legislaciones nacionales respectivas. En el caso suizo, la ley sobre blanqueo de dinero aprobada en 1998 obliga a todas las entidades bancarias a denunciar cualquier actividad sospechosa a sus autoridades. Pero lo que no resulta tan sencillo es la repatriación de esas cantidades y, menos aún, que el dinero robado pueda ser destinado a fines sociales.
