"La libertad ha llegado ahora"

Rosa Marín ha vivido de la agricultura toda su vida. Cuando era pequeña, vivía con sus padres y su hermana en una casa de campo de Alcalá La Real (Jaén). "Allí me ayudaba a mi padre en la tierra", recuerda esta mujer, que ahora tiene 50 años y, además de seguir cultivando, trabaja en su albergue rural y pertenece a Ademur.

Su historia, aunque no con el mismo final, se repite desde hace décadas en todo el país. "Como no encontrábamos empleo aquí, cuando me casé, mi marido y yo nos fuimos del pueblo para trabajar en hoteles de la costa y de fuera de Andalucía", recuerda. Unos años más tarde, su padre se jubiló y ella y su hermana heredaron las tierras. "Entonces volvimos a Alcalá y nos dedicamos a cultivar el olivar y el cerezo. Así vivimos hasta que decidí pedir subvenciones a la Consejería de Turismo para montar un albergue rural en la antigua casa de mis padres. La mayoría de la gente dejaba que las casas desaparecieran enterradas y derrumbadas, pero nosotros apostamos por remodelarla", añade Marín.

En ese momento esta mujer tuvo que hacerse autónoma para poder llevar la gerencia de su nuevo proyecto. "No estaba registrada en la Seguridad Social, así que no tuve más remedio".

Fue entonces cuando asegura que tomó las riendas de todo. "La libertad ha llegado ahora", afirma. "Cuando era joven, a mi padre, que estaba rodeado de mujeres, le decían que era poco afortunado por tener tanta fémina en casa", recuerda entre risas.

Aunque su marido y ella trabajan codo con codo, reconoce que el que cotizaba era él y que ella ahora limpia y gestiona el albergue, además de ayudar en el campo. "Nos va muy bien, el sitio es muy bonito", dice. Sus dos hijas estudian en Jaén capital y, en principio, no quieren regresar al pueblo para establecerse. "La verdad es que el campo es un riesgo, siempre hay que estar mirando al cielo", señala comprensiva.