Un pionero de la aviación
Químicos, ingenieros, médicos, matemáticos... la nómina de científicos que se han quedado en el otro lado de la historia de España es notable. La labor de recuperación, lenta y penosa. No se trata de Leonardos ni de Cajales, sino de estimables profesionales que pusieron su granito de arena y que, en su tiempo, hicieron un trabajo relevante, útil para sus contemporáneos y cuyo recuerdo, sin embargo, se ha perdido. Uno de los últimos en ser recuperados es Federico Cantero Villamil, ingeniero e inventor que desarrolló buena parte de sus trabajos en Zamora.
Federico Cantero Villamil (Madrid, 1874-1946) inventó un helicóptero al que llamó "libélula española" y, después, "libélula Viblandi", por los nombres de sus ayudantes, aunque antes le había llamado "carro aéreo". Es, junto a Torres Quevedo y De la Cierva, uno de los creadores de la tradición española del vuelo (también diseñó alas de aviones sin motor), pero sin duda el menos conocido. De su libélula, que empezó a diseñar en el primer decenio del siglo XX, se hicieron multitud de prototipos. José López Ruiz, catedrático de Helicópteros en Aeronáuticos, en Madrid, ha estudiado estos trabajos de Cantero Villamil y asegura que "es bastante verosímil pensar que todos estos desarrollos estuvieran acompañados de ensayos de vuelo, por lo cual la 'libélula española' o 'libélula Viblandi' habría sido el primer helicóptero de proyecto y construcción españoles que habrían volado".
FEDERICO CANTERO VILLAMIL. Crónica de una voluntad. El hombre, el inventor
Federico Suárez Caballero
Arts&Press. Madrid, 2006
358 páginas. 50 euros
Participó también en la construcción de presas y saltos de agua, la fiebre energética de la época. Entre otros proyectos, diseñó el del Duero, que sigue siendo el aprovechamiento hidroeléctrico más importante de España y Portugal. Más tarde tuvo diferencias con los promotores de esta obra, que le negaron su participación. El asunto llegó a los tribunales, pero una defensa quizá no demasiado afortunada hizo que, pese a las pruebas, se le reconociera sólo una participación parcial, cuando en realidad fue el ideólogo del proyecto y su primer ingeniero.
Cantero Villamil, hijo de un in
geniero industrial que trabajó en el desarrollo de ferrocarriles, se licenció como número uno de su promoción de ingenieros de caminos, canales y puertos, en 1896. Fue padre de ocho hijos, dos con su primera mujer, de la que enviudó, y seis con la segunda, una nieta de Concepción Arenal. Ahora, la más pequeña de sus hijas, Concepción Cantero García-Arenal, y sus nietos han puesto en pie este libro que, en palabras de uno de ellos, José Joaquín Díaz de Aguilar Cantero, debería servir "para que otros historiadores se interesen por la figura de Cantero Villamil. Creo que este libro es un punto de partida".
La recopilación del material ha sido llevada a cabo por Isabel Díaz de Aguilar Cantero "en desvanes y viejas maletas", además de en la Oficina de Patentes y Marcas, donde el ingeniero presentó buena parte de sus trabajos, así como en otras fuentes documentales muy diversas. Se trata de un trabajo exhaustivo que ha permitido al autor, Federico Suárez Caballero, trazar el perfil humano y científico de Cantero Villamil. Entre la documentación hay abundantes fotografías, bien reproducidas gracias al gran formato del libro, lo que permite hacerse una idea también de la época y de la sociedad.
Puede dar una idea aproximada de la capacidad de trabajo de este ingeniero saber en qué se ocupaba durante los años veinte, además de en sus investigaciones para la "libélula española", de la que pide una primera patente en 1910 (la del autogiro de De la Cierva es de 1920): lleva a cabo el estudio de las cuencas hidroeléctricas del Duero, Duratón y Esla (en Ricobayo, Zamora); el proyecto de ferrocarril de Zamora a Ourense; es director del ferrocarril Medina del Campo-Zamora; forma parte de la comisión de estudios del ferrocarril Madrid-Algeciras; dirige una industria de productos químicos, dos talleres mecánicos, una fábrica de hielo, y registra, hasta 1924, doce patentes propias. Esta actividad explica el que, en sus memorias, uno de los hijos de Cantero Villamil recuerde con emoción el eclipse de sol de 1921, cuando Cantero Villamil reunió a sus hijos en el jardín y les explicó el fenómeno. Para su hijo, "fue una de las pocas veces que mis hermanos y yo estuvimos cerca de mi padre, pues normalmente estaba trabajando en su despacho, o estaba de viaje, o haciendo experimentos en un taller preparado para ello".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.