La difícil relación del iracundo Michel Houellebecq con el cine
La adaptación de 'Las partículas elementales' se estrena hoy en España
Esa mezcla de ironía y de nihilismo, ese certero diagnóstico de nuestro tiempo y nuestras circunstancias que clava Michel Houellebecq en sus libros es difícil de trasladar al cine. A partir de hoy se puede comprobar, con la adaptación de Las partículas elementales, producción alemana dirigida por Oscar Roehler, que fue presentada en el pasado Festival de Berlín y por la que Moritz Bleibtreu consiguió allí el Oso de Plata al mejor actor.
Quizá sea ese premio lo más destacable de este segundo viaje de las desoladas criaturas de Houellebecq a la pantalla después de que se adaptara ya su novela Ampliación del campo de batalla, dirigida por Philippe Harel en 1999. Hay mucha opresión existencial y muy poca válvula de escape humorística -dos de las claves fundamentales en las que se mueven sus personajes- en esta nueva incursión en el cine de una novela del autor más querido y odiado de Francia hoy. Falta ver si alguien se atreve a desnudar la miel salvaje de toda una obra maestra contemporánea como Plataforma, que, por cierto, ha triunfado y ha convencido al propio autor en la reciente adaptación al teatro de Calixto Bieito, con Juan Echanove como médium de una función en la que prima la esencia de un texto tan virulento como piadoso con el ser humano.
Pero el teatro es otro mundo y Houellebecq lo sabe. La relación con el cine de este autor misterioso, casi indescifrable, pero dueño de una de las voces literarias más poderosas de Europa, ha sido complicada. No debe estar muy satisfecho Houellebecq con los resultados hasta el momento. Las partículas elementales ha dejado un tanto gélidos a sus seguidores y, lo que es más grave, distantes a quienes podían penetrar a través del cine en el contundente campo de sus textos. Así que, sobrado de autoconfianza, ha negociado como un tiburón la adaptación de su otra novela, La posibilidad de una isla, al cine.
Entre las claves de su paso de la editorial Flammarion a Hachette por la convincente suma de 1,3 millones de euros, lo que supuso todo un revuelo en el mundo editorial francés, estaba cómo se adaptaría la novela al cine. Los editores le ofrecieron el oro y el moro, quería dirigirla él y amagaron con retirarse del proyecto este pasado verano. Pero la virulencia de los ataques de Houellebecq en su blog fueron tales -"nunca volveré a publicar un libro mío en ningún lugar del mundo con Hachette", escribió- que aceptaron producir la historia de Daniel 1 y sus clones, que en buena parte de su enclave presente y futuro se desarrolla en España, un país que Houellebecq conoce a la perfección porque pasa largas temporadas en Almería.
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