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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Arquitectos sensitivos

En este nuestro mundo, cada vez más globalizado, las grandes stars de la arquitectura se han convertido en personajes ubicuos, que a menudo aterrizan en las ciudades, con proyectos concebidos en abstracto, que son como marcas de fábrica de la internacionalidad y el glamour. Proyectos extraordinarios y espectaculares, que con frecuencia carecen por completo de sensibilidad hacia el entorno y las necesidades de la comunidad. No es el caso de Jonathan Sergison y Stephen Bates, dos jóvenes arquitectos británicos que, a pesar de estar convirtiéndose en dos fúlgidas estrellas del firmamento de los arquitectos, parecen estar muy anclados con los pies en la tierra. Los dos han estado en Barcelona, no para ejecutar un proyecto -aunque no niegan que les gustaría-, sino para realizar un taller con los 150 estudiantes de la Escuela Superior de Arquitectura (Esarq) de la Universidad Internacional de Cataluña. Desde hace 10 años esta escuela tiene la feliz costumbre de empezar sus cursos con el Taller vertical, una iniciativa ajena al normal ajetreo académico que permite a estudiantes y profesores trabajar durante una semana bajo las directrices de prestigiosos arquitectos internacionales.

Sergison y Bates llegaron con el objetivo de enseñar a los estudiantes a explorar y literalmente sentir la ciudad con su razón, pero también con su corazón. Por ello bautizaron su taller Barcelona, la ciudad sensitiva, un título entre hippy y new age para una práctica de la arquitectura que deja vislumbrar, sin falsas retóricas, ciudades más vivibles para sus habitantes y más respetuosas con el planeta. "No se trata sólo de construir edificios. Como arquitecto, cuando llegas a un lugar debes saber mirar debajo de la superficie, ir más allá de lo obvio, ser sensitivo y flexible respecto a las condiciones preexistentes", explican, alternando las frases con una armonía consolidada tras 10 años de trabajo en común.

"No ofrecemos soluciones. Intentamos transmitir una forma de trabajar que tiene en cuenta a la gente, la historia y las condiciones del lugar, que combina los datos sobre el desarrollo económico, social y político con las sensaciones y las emociones. Queremos que los estudiantes reflexionen sobre por qué un lugar te hace sentir de una forma o de otra", continúan, mientras caminamos hacia el jardín de los Tres Tombs, uno de los sitios que han descubierto durante sus investigaciones matutinas, que por la tarde, en la universidad, se convierten en materia de reflexión y debate. Un acceso parecido al de un aparcamiento conduce a un pequeño cuadrado de tierra batida, recortado entre los edificios que rodean el mercado de Sant Antoni. Las dos hileras de palmeras no consiguen dar sombra a los perversos sillones individuales, sucesores de los bancos de toda la vida, que con su disposición alejada (aún más perversa) hacen imposible una conversación si no es a gritos. Terminamos por apretarnos en el único asiento doble. "Ser sensitivo implica darse cuenta de las necesidades de la gente y prever las consecuencias de tus elecciones, para anticiparlas. Hay que ser receptivo hacia los matices, la diversidad y las atmósferas; analizar la realidad también desde un punto de vista emotivo. No se puede trabajar en abstracto en un contexto heterogéneo y complejo como la ciudad", afirman, mientras despliegan en el suelo polvoriento un mapa donde han marcado las siete áreas elegidas para el trabajo de campo: paseo de la Bonanova, Vall d'Hebron, Sant Andreu, el Clot norte, Diagonal con paseo de Gràcia y los mercados de Santa Caterina y Sant Antoni. A propósito han evitado las zonas calientes del debate urbanístico, como el proyecto de reforma de la Gran Via, donde trabajan un puñado de stars de la arquitectura, incluido su mentor David Chipperfield.

"Las grandes intervenciones responden sobre todo a la voluntad de dotar la ciudad de identidad y relevancia internacional. En la práctica, a menudo las necesidades de un barrio no coinciden con la imagen de la ciudad que se quiere exportar". Para aclarar el concepto, no dudan en poner como ejemplo la zona del mercado de Santa Caterina. "Hay cambios arquitectónicos que modifican la identidad del barrio y finalmente no resultan positivos ni útiles para la gente que debe convivir con ellos, como ha sucedido en esta zona...". ¡Santas palabras! Y lo mejor es que son palabras que se convierten en práctica como demuestran sus proyectos de viviendas de protección oficial, como las que están construyendo en el casco antiguo de Ginebra, y edificios de uso social, entre otros una escuela, oficinas, un centro de arte dramático y ahora una biblioteca en Bélgica.

"En Europa, Barcelona es el paradigma de cómo una ciudad puede convertirse a sí misma en un sitio especial. Explorar por qué es un sitio que gusta a todos y donde todos quieren vivir ha sido fascinante".

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