Rebelión cívica
El pasado domingo tuvo lugar en Sevilla una manifestación convocada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). Sí numerosa ha sido su asistencia, más numerosa ha sido la inasistencia. Es razonable que sea así. Una convocatoria y una manifestación que trascurren con lemas como el de "queremos saber la verdad" y que se sabe va a ser empleada contra el Gobierno en toda su extensión y que, también, va dirigirse por algunos contra las instituciones de este país, provoca ciertas dudas. Si, además, algunos de sus lemas coinciden en un todo con los del entorno más extremo del PP, como son los que están fabricando Acebes y Zaplana, es natural que se provoque cierto retraimiento y que representantes del Gobierno y grupo contra el que el PP lanza a la AVT, y de otros grupos políticos, brillen por su ausencia.
Es verdad, al menos así lo siento, que en ocasiones es necesario hacer un esfuerzo; pasar a una segunda línea, escuchar opiniones en contra de una negociación y soportar expresiones de cualquier naturaleza por parte de quienes sufren la muerte de las personas que más han querido y no quieren que se negocie con los causantes. En estos casos, los políticos, de cualquier signo o identidad, deben asistir a estos actos. Es su deber. Las víctimas, y sus familiares, es lo menos que se merecen. Sin embargo, hay ocasiones, y esta es una de ellas, en que es difícil compartir espacio con quienes no buscan francamente el respeto de las víctimas sino que buscan el deterioro de las instituciones y también con este fin acuden a estas llamadas, mezclándose con quienes de verdad han sufrido y haciendo difícil la separación de los intereses de unos y otros para obtener sus ventajas. El "queremos saber la verdad" da una idea de lo que estoy diciendo.
Es indudable que, en lo referido al atentado del 11-M, los ciudadanos podemos entender que su autoría corresponde al fundamentalismo islámico, a ETA o a ambos en colaboración, pero este entendimiento siempre debe estar sometido a querer saber la verdad. Y la verdad, en los sistemas democráticos, obliga a respetar sus reglas de juego para fijarla. No es posible imponer verdades separadas del sistema, de sus reglas de funcionamiento, pues cuando se desconocen se está poniendo en tela de juicio el propio sistema, ya que no se cuenta con los principios que regulan su fijación. Y así, lo mismo que, en el lenguaje es la Real Academia de la Lengua la que determina la corrección o no de las palabras que conforman el castellano, en democracia son las instituciones -policía, fiscales, jueces, tribunales, etcétera- quienes están encargadas de investigar, acusar, resolver y fijar la verdad en los asuntos criminales.
De ahí que, cuando por encima y sin el amparo de las instituciones del Estado, se trata de imponer una verdad que sólo es la propia, sin dar otras razones que su simple manifestación, se está actuando al margen y en contra de los principios del sistema, pues no importan las razones que la sustentan, sólo su imposición. No se trata de dar razones, ni siquiera de tener razón. Se trata de atribuir hechos sin discurrirlos y sin aceptar la rectitud de los que surgen de las instituciones.
Es natural, pues, que algunos no hayamos asistido físicamente a esta manifestación. Es natural también que mientras algunos políticos del PP mantengan estos comportamientos otros, como Piqué, respondieran a la pregunta de si su pensamiento coincidía con las tesis de la cúpula del PP: "¿qué es lo que me pregunta, qué hace un chico como yo en un partido como éste?"; que Javier Arenas se le empiecen a notar las ganas de abandonar al famoso héroe de Perejil y salga ahora con eso de que es de la UCD o bien que Mariano Rajoy intente, sin encomendarse a la FAES, desligarse de aquellos que mintieron el 12-M, y quieren con estos métodos ganar un poder que ya perdieron por emplearlos. No parece, pues, que la rebelión cívica que dice encabezar Acebes y vocea Francisco Alcaraz traiga otra sublevación que la que empieza a darse en la filas del PP, pues son muchos los que pueden pensar que estas convocatorias se usan por algunos para doblegar un sistema que se sustenta en los principios y reglas que todos nos hemos dado. No unos pocos.
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