Un sistema marcado por la incertidumbre

El proceso de adjudicación de plazas para docentes en la red pública se conoce también popularmente con el nombre de concursillo y se repite todos los cursos. Se divide en varias fases y este año ha afectado a un total de 6.874 docentes de todas las etapas educativas de la red pública no universitaria. En el procedimiento intervienen de forma mayoritaria quienes no cuentan con una plaza fija -los sustitutos y los interinos con estabilidad- y aquellos funcionarios de carrera cuyos puestos han sido suprimidos porque su asignatura ha perdido horas en el currículum. A estos funcionarios también se les llama desplazados.

La incertidumbre suele presidir este tipo de actos, sobre todo para los sustitutos, que son los últimos en elegir y nunca saben dónde van a ir a parar. A ello hay que unir que para engrosar estas listas es necesario disponer del perfil lingüístico 1 o, preferentemente, el 2, que capacita para dar clases en euskera.

El proceso de adjudicación se reparte en varias fases. Primero eligen destino los funcinarios que han visto suprimida su plaza, después van los funcionarios en expectativa de destino, les siguen los interinos con estabilidad y luego vienen los demás: interinos sin estabilidad y sustitutos.

El tribunal (formado por técnicos de Educación) desgrana las plazas vacantes y algún profesor que previamente haya acreditado su puntuación (servicios prestados, calificaciones de la titulación académica, experiencia laboral) dice si le interesa o no. En el caso de que le interese, en dos, tres o cuatro días se debe presentar en el centro. Éste es el modelo sencillo. Otras veces, los docentes están apuntados a las listas de las tres provincias y juegan con más variantes.