_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Turquía y Europa, dos trenes en curso de colisión

Joschka Fischer

Al intervenir en Líbano, los europeos han tomado una decisión de largo alcance, cargada de riesgos y, al mismo tiempo, correcta. El futuro de la seguridad de Europa estará determinado por el Mediterráneo oriental y Oriente Próximo. Europa, le guste o no, ha asumido un nuevo papel estratégico en la región. Si fracasa, el precio que pagará será alto.

En vista de los riesgos, es de la mayor importancia que se desarrolle un Marco Estratégico europeo para esas zonas, que Europa defina claramente sus intereses. Y en cualquier variación de ese Marco Estratégico, Turquía deberá jugar un papel central en lo político, militar, económico y cultural.

Salvaguardar hoy en día los intereses de Europa significa establecer un sólido vínculo (de hecho, un lazo indestructible) con Turquía como piedra angular de la seguridad regional. Por ello es sorprendente que se esté haciendo lo contrario.

La modernización y democratización exitosas de Turquía, con una fuerte sociedad civil, el imperio de la ley y una economía moderna, no sólo serán enormemente beneficiosas para ese país, sino que exportarán estabilidad y servirán como modelo de transformación en el mundo islámico. Y la modernización exitosa de un país musulmán de gran tamaño será una contribución decisiva a la seguridad de Europa.

Desde los días de Kemal Atatürk, fundador de la Turquía moderna, la modernización de este país ha dependido de su perspectiva occidental o europea. Durante los últimos 43 años, esta perspectiva ha estado definida por el interés turco en unirse a la Unión Europea y por la promesa de la UE de una futura incorporación. Sin embargo, en el momento en que es evidente que las crisis del flanco oriental de Europa (Irán, Irak, Siria, el conflicto del Oriente Próximo, Asia Central y el Sur del Cáucaso, el terrorismo islamista, la inmigración y las amenazas al suministro energético europeo) deberían dejar en evidencia la capital importancia de Turquía para su seguridad, Europa manifiesta su desinterés en las relaciones turco-europeas.

Este otoño, la Comisión Europea debe dar a conocer un informe sobre los avances en las negociaciones para la integración de Turquía a la Unión. Puede producirse una peligrosa situación, ya que ese documento amenaza con hacer fracasar el proceso.

La disputa clave gira en torno a Chipre. Turquía se ha negado a abrir sus puertos, aeropuertos y rutas a la República de Chipre, como está obligada a hacerlo por el Protocolo de Ankara, que establece los términos de las negociaciones del acceso turco a la UE. Turquía explica su actitud por el hecho de que la UE no ha cumplido su promesa de abrir el comercio con el Norte de Chipre, que está bajo dominio turco, como resultado de un veto del gobierno greco-chipriota de Nicosia. La UE hizo estas promesas en el Consejo de jefes de Estado y de Gobierno de diciembre de 2003, y formalmente en el Consejo de Ministros de Exteriores de abril de 2004, pero hasta el momento no las ha cumplido. De modo que es Ankara (¡y no la UE!) quien tiene un buen argumento.

Cuando se firmó el Protocolo de Ankara, el gobierno del primer ministro turco Recep Tayyip Erdögan logró algo que hasta entonces se había considerado imposible: rompió la oposición de décadas de los turco-chipriotas a llegar a un acuerdo entre las dos partes de la dividida isla. El norte de Chipre, turco, aceptó el plan del secretario general de la ONU, Kofi Annan (apoyado por una abrumadora mayoría de la UE) para resolver el conflicto. Sin embargo, el sur, griego, lo rechazó, instigado por su Gobierno. Sería profundamente injusto y poco acertado que el informe de la Comisión Europea haga responsable a Turquía por su rechazo a hacer más concesiones al Chipre griego (que ahora es miembro de la UE) y, al mismo tiempo, se niegue a culpar al Gobierno de Nicosia, que es la causa real del bloqueo.

Algunos países de la UE (principalmente Francia, Alemania y Austria) parecen solapadamente complacidos por la perspectiva de un choque en este asunto, bajo la creencia de que obligará a Turquía a renunciar a su aspiración a formar parte de la UE. Sin embargo, esta actitud es irresponsable. La UE está a punto de cometer un grave error estratégico si permite que su informe de este otoño se guíe por miopes consideraciones internas de algunos de sus Estados miembros más importantes.

¿Qué perspectiva tendría Turquía fuera de la UE? ¿Ilusiones pan-turcas? ¿Regresar a Oriente y al islam? Nada de eso funcionaría. Sin embargo, Turquía no se sentará pasivamente a las puertas de una Europa que está obligándola a forjar alianzas con sus rivales regionales tradicionales, Rusia e Irán. Estas tres potencias, cada una de las cuales es de gran importancia para Europa, han sido rivales por siglos, por lo que una alianza entre ellas parece casi un imposible. Sin embargo, Europa parece empeñada en que así ocurra, muy en su perjuicio.

Dentro de Turquía, las encuestas muestran que se intensifica la frustración con Europa, mientras se ve a Irán de modo cada vez más positivo. Está creciendo un sentimiento de distanciamiento con Occidente, y las relaciones diplomáticas turcas con Rusia han llegado a un nivel de cercanía desconocido hasta ahora.

Por supuesto, hay una gran resistencia interna en Turquía al acceso a la Unión Europea. El resultado final del proceso de integración es, por tanto, un asunto abierto en ambos lados. No hay duda de que Turquía tiene un largo camino que recorrer. Sin embargo, poner en peligro este proceso en estos momentos, con plena conciencia de sus costes posibles, es un gran acto de estupidez por parte de los europeos, y la estupidez es el peor pecado en política.

En las relaciones turco-europeas, dos trenes viajan en la misma vía rumbo a una colisión frontal. Ni Turquía ni Europa pueden permitirse un choque que es demasiado previsible.

Joschka Fischer fue ministro de Relaciones Exteriores de Alemania y vicecanciller de 1998 a 2005. Fue líder del Partido Verde. En la actualidad es profesor visitante en la Universidad de Princeton. © Project Syndicate / Institute of Human Sciences, 2006.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_