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Columna
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Telaraña

Las telarañas son una obra de alta ingeniería que intriga a los científicos desde hace mucho tiempo. Su construcción requiere una organización tan compleja como la de algunas entidades financieras. Hay arañas especializadas en segregar un hilo de plata que las sostiene en el aire. Otras, sin embargo se encargan de peinar la tela y recubrirla con una fibra parecida al velero, tan adherente que todo el que se acerque a la trampa, quedará irremisiblemente atrapado en ella. El prestigio del que gozan actualmente estos insectos es el resultado de la influencia que las páginas web ejercen en el mundo.

La palabra web significa precisamente telaraña y es un gran escaparate montado con los mismos hilos estratégicos de ese insecto donde son atrapadas moscas de muchas clases como usted y como yo. Estas mallas gigantes, que operan a través de Internet, abarcan asuntos tan dispares como la pornografía, el terrorismo, la poesía haiku, el jamón de pata negra o las entrañas de la biblioteca del Congreso. Toda la actividad humana puede ser accionada con impulsos electrónicos sobre un teclado para convertir a cada individuo en cazador o cazado, en araña o en escarabajo en cuanto uno queda prendido en los hilos de la red.

El gran asunto de la biología frente a la filosofía es que ha diluido al ser humano en el contexto de los organismos vivos. Pero en esa cuestión hay dos criterios a seguir. Una es observar a los insectos y al comprobar que tienen una organización social más perfecta que la nuestra, atribuirles una inteligencia superior a la humana, y otra, observar a los seres humanos y al verles proceder como insectos, deducir que se comportan de una manera estúpida.

Las nuevas tecnologías permiten flujos de información, que nadie puede detener y que desempeñan el papel que antes tenían los servicios secretos. Ninguna guerra mundial o privada se desarrolla ya entre las líneas de un frente, sino en los vericuetos de la red. Es posible que todos conozcamos en algún momento de nuestra vida esa clase de iluminación que nos permite ver la trampa que tenemos delante aunque no sepamos cómo evitarla.

En Teruel ha aparecido una tela de araña orbital de 110 millones de años conservada dentro de un pedacito de ámbar. En ella habían caído una avispa, una mosca y un escarabajo que han permanecido varias edades geológicas dentro de esa resina fosilizada. Al parecer las arañas llevan mucho tiempo cazando insectos en el aire, y han demostrado se capaces de tejer sus redes con gran eficacia, gestionando la información sobre su posición en el mundo con una estrategia sólo comparable al funcionamiento de las sociedades más evolucionadas. Por eso algunos científicos consideran que observando el trozo de ámbar hallado en la sierra turolense casi podría hacerse un compendio de la historia de la humanidad desde Nabucodonosor hasta Billy Gate.

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