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"Hemos conservado nuestros bienes gracias a la justicia"

El matrimonio que redujo su bancarrota un 30% por la Ley Concursal y otras familias relatan su experiencia

Maria del Carme Barnet es una asidua lectora de diarios, "observadora e inteligente", según su marido, Josep Gil, de 58 años. Cuando el matrimonio, ahogado por las deudas, se quedó en bancarrota en el otoño de 2004, ella recordó que no hacía mucho tiempo había leído en un periódico algo sobre una ley que les podía salvar de su situación.

"Yo creo que han sacado una ley hace poco que nos sirve a nosotros, me dijo mi mujer, así que nos fuimos a un abogado a que nos explicara exactamente si podíamos hacer algo", explica Josep. El matrimonio, residente en Sant Salvador de Guardiola (Barcelona), acudió a un joven letrado llamado Jaume Pich, especialista en derecho mercantil, y le expuso el caso.

Otras 117 personas han recurrido a esta vía; la mayor parte espera a que los jueces decidan sobre su caso
La pareja se fue endeudando cada vez más para pagar la hipoteca; debía 160.000 euros a 10 entidades
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Un cúmulo de azarosas circunstancias había dado con la quiebra del matrimonio. Primero la enfermedad de Josep. Dos infartos seguidos le obligaron a llevar un

stent (un dispositivo con forma de espiral que se introduce en la arteria para mantenerla abierta) y a pedir la baja laboral por incapacidad en la empresa en la que trabajaba como electricista. La Seguridad Social no le reconoció toda la pensión que, según él, le correspondía y los ingresos se redujeron de un día para otro. El matrimonio se fue endeudando cada vez más para pagar la hipoteca; debía dinero a 10 entidades bancarias por un valor de 160.000 euros. Las facturas se acumularon y los prestamistas empezaban a amenazar con los embargos.

El abogado les explicó que sí, que había una posibilidad de salir de todos esos problemas recurriendo a la Ley Concursal. Esta norma, aprobada en el mes de septiembre de aquel año, permitía que cualquier persona o familia se declarase en quiebra para pedir una reducción de la deuda o, al menos, una demora en los pagos. "Lo mejor era que si nuestros argumentos convencían al juez, se impedirían los embargos y podríamos conservar todos nuestros bienes", comenta Josep.

Casi dos años después de aquella visita al abogado, "con una mano por delante y otra por detrás", como dice él, un juez de Barcelona les dio la razón el pasado jueves. La decisión del magistrado forzó a los acreedores a llegar a un acuerdo con el matrimonio según el cual podrán reducir en un 30% el total de la deuda y pagar el resto en cinco años sin que sus bienes les sean embargados.

El convenio establece además que la pareja seguirá pagando íntegramente la hipoteca en las condiciones en que la contrataron, mientras que la deuda que tenían con el Ayuntamiento del municipio por el impago de varias facturas debía ser abonada en su conjunto, aunque sin intereses. "Lo más triste de todo esto es que yo quería pagar desde un principio. No quiero que parezca que nos queríamos librar de la deuda, pero todo surgió por imprevistos y golpes de los que no pudimos recuperarnos. Afortunadamente, la justicia ha servido para ayudar a los que tenemos problemas de este tipo", asegura.

El matrimonio catalán manifiesta su alivio por haber superado la situación, aunque recuerda que ha pasado dos años viviendo con 550 euros que los administradores habían establecido para que pudieran ahorrar el resto de sus ingresos y afrontar la deuda.

Josep y Maria del Carme son unas de las primeras familias que han conseguido esquivar con la Ley Concursal la presión de los acreedores, un procedimiento más utilizado por las empresas y poco conocido por los españoles, si se tiene en cuenta el escaso número de los que lo han solicitado. Otras 117 personas han recurrido a esta ley. Detrás de cada una de ellas hay 117 historias, algunas más dramáticas que otras y la mayoría de ellas aún sin resolver, a la espera de que los jueces decidan sobre sus casos.

La culpa de la bancarrota a la que llegaron los hermanos Mirete la tiene Mulan, el personaje de la película de dibujos animados de la factoría Disney. Estos dos artesanos murcianos, dedicados a la confección de figuras de cartón piedra, llegaron a un acuerdo con la multinacional para fabricar caretas, pósters, llaveros y otros productos.

"El contrato que se firmó con Walt Disney era absolutamente leonino de principio a fin", recuerda el abogado de los hermanos, Antonio Muñoz. Walt Disney exigió que para cualquier película que se estrenase en España, los Mirete tenían que realizar una campaña de los personajes de dicha película exigiendo en el contrato una cantidad mínima fija, con independencia de cuál fuera la venta y éxito del producto.

Mulan era un personaje sin gancho. El batacazo de Disney fue espectacular y afectó a los Mirete. Tenían deudas con Disney y con algunos bancos. Tras varios meses intentando pagar, los hermanos Mirete se declararon en quiebra como familia. En este caso, el juez también forzó un acuerdo, con el que consiguieron una quita y un aplazamiento durante tres años. Los Mirete ya han cumplido con su obligación de pago y se han jubilado sin ninguna deuda.

Otras personas no han tenido tanta suerte. Un empresario familiar, fabricante de productos químicos para los corchos de las botellas de cava, no recibió una suma importante de dinero que le adeudaba un empresario portugués. Las dificultades para reclamar ese dinero se convirtieron en un problema mayor cuando los acreedores de la empresa empezaron a pedir el pago de las deudas. El asunto se halla en los juzgados, pero el empresario, de Barcelona, muestra su escepticismo abiertamente. "He visto cómo mi empresa desaparecía. He sentido el fracaso, la impotencia y la sensación de que no habrá nada que evite el desastre. Pero en fin, qué le vamos a hacer. Si he vivido con 10, viviré con 8. Tengo 67 años y, la verdad, ya me la suda".

Josep Gil, delante de su domicilio en Sant Salvador de Guardiola.
Josep Gil, delante de su domicilio en Sant Salvador de Guardiola.SUSANNA SÁEZ

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