Patriotismo indigesto
Aquí no falta nadie: el rótulo que advierte que veremos una historia basada en testimonios directos, víctimas uniformadas de los atentados del 11-S, esposas dolientes que esperan noticias de sus maridos atrapados entre los escombros, George Bush Jr. en televisión lanzando sin cesar consignas patrióticas, marines comportándose tan heroicamente como el lugar común patriótico espera de ellos. Por no faltar, ni siquiera falta Jesucristo, que acude por dos veces a la cita portando en sus manos... una botella de agua.
De todo esto se compone World Trade Center, y de algunas cosas más. Película de guerra y retaguardia, WTC es un canto al papel de los uniformados durante las infaustas horas posatentados, y al heroísmo de sus esposas. Pero también es más: un grito de guerra, una legitimación de la venganza, un recordatorio de que la nefasta, amén de arcaica política adoptada por Bush en los meses posteriores al trauma, era la única posible. Y también es una mala película: carente de un guión plausible, pero con el norte puesto en arrancar la adhesión de su público, Stone echa mano de cualquier resorte para provocar el llanto fácil, en una peripecia paralizada por una trama en la que, durante espacios de tiempo que se antojan interminables, vemos sólo a dos personas que yacen bajo toneladas de escombros largando interminables parrafadas cargadas de moralina. Pero eso, en el fondo, son sólo minucias: lo que verdaderamente importa es que WTC es la película de un fanático guerrero e intervencionista; y bien poca cosa más.
WORLD TRADE CENTER
Dirección: Oliver Stone. Intérpretes: Nicolas Cage, Michael Peña, Maggie Gyllenhaal, María Bello, Stephen Dorff. Género: drama, EE UU, 2006. Duración: 129 minutos.
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