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La violencia en las aulas también alcanza a los docentes

La violencia en las aulas y el acoso no es monopolio exclusivo de los alumnos. Los profesores también sufren el mismo mal en muchos centros. Un docente en esas circunstancias sólo quiere que llegue cuanto antes la hora de la salida para irse del centro escolar porque no encuentra motivaciones en su trabajo. Por lo general, tienden a vivir en silencio su sufrimiento para no dar una imagen de debilidad, lo que aumenta aún más su angustia. Éstas son algunas de las conclusiones de Inmaculada Suárez, profesora y psicóloga de la Universidad Autónoma de Madrid y responsable de la página web www.defensor el profesor.com.

Esta página fue abierta en noviembre del año pasado por el Sindicato Independiente-ANPE, que es el segundo en representación del profesorado en el Estado en la red pública. Con esta iniciativa trataba de dar respuesta a los docentes que se encuentran confusos, desmotivados y angustiados por el comportamiento violento de los alumnos, que en algunos casos llega a la agresión directa. Un total de 32 profesores del País Vasco han recurrido a este servicio, sobre todo de Educación Secundaria. Sus denuncias son muy similares a las del resto de docentes del Estado: "Se quejan de los problemas que tienen para dar clase, hasta el punto de que les resulta imposible. Han sufrido insultos, amenazas de alumnos y en algunos casos agresiones físicas".

Estrés prolongado

Según Suárez, miles de docentes trabajan quemados, es decir, sufren un cuadro de estrés prolongado en el tiempo. "Algunos comentan que llegan a casa y se tumban en el sofá y ya no pueden levantarse. Cuando suena el despertador por la mañana, sienten angustia y ganas de vomitar. Pasar el umbral de la puerta de clase les angustia y eso los alumnos lo perciben". "Hay casos graves", añade, "en los que el alumno ve que no se les castiga o que les sancionan al cabo de dos meses. Los demás le ven como el líder desafiante. Al seguir estando en clase, el resto de alumnos ven que da igual lo que hagan porque el principio de autoridad se ha quebrado".

El profesor quiere ayuda psicológica, pero también respuestas prácticas sobre cómo actuar. "No se atreven a contar a sus propios compañeros el sufrimiento que padecen; es como un desprestigio, como si no fueran los adecuados para el puesto. A veces, incluso, les llega el mensaje de que eso sólo les pasa a los malos profesionales". El 80% de las docentes que consultan con la página sufren depresión y ansiedad y el 20% está de baja. "Al final, muchos terminan por dejar la profesión", advierte Gutiérrez.

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