La noche del 'golismeo'*
Esta noche pensaba pasármela tirado en el sofá de mi casa viendo a Francisco Rivera Ordóñez hablando de sus deslices en Dolce Vita, pero gracias a EL PAÍS estoy en la plaza de la Independencia dispuesto a vivir intensamente La Noche en Blanco o, lo que es lo mismo, una noche donde Madrid se llenará de propuestas culturales a tutiplén. ¡Qué buena idea ha tenido Alberto Ruiz-Gallardón! Seguro que después de esto nos copiarán otras ciudades europeas como París, Bruselas, Roma o Riga, por poner un ejemplo. Está bien ser los primeros en algo. Por cierto, y se que no viene a cuento, me sulibeyan las cejas del alcalde.
Lo primero que me sorprende de La Noche en Blanco es la cantidad de gente que hay en la calle, entre eso y los fuegos artificiales parece una feria. Además, y esto no es un asunto baladí, gente de todas las edades. Familias enteras que van de un sitio a otro en comandita a golismear*, que hacen colas y se meten a ver qué hay, da igual que sean fotos, cuadros o perfomance. Definitivamente la Noche en Blanco se tendría que llamar la noche del golismeo, del golismeo cultural, se entiende.
Lo segundo que me llama la atención es que las cosas parecen funcionar, me explico. Se supone que en la Puerta de Alcalá hay una proyección donde se ven cientos de cuerpos escalando por su superficie; pues bien, efectivamente la proyección se ve perfectamente. Se supone que en el antiguo palacio de Linares hay siluetas fantasmagóricas en las ventanas y se oyen sus gemidos, pues ahí están las siluetas gimiendo, y así todo. Igual es cosa mía pero una de las siluetas me pareció que gritaba "¡Marina D'or ciudad de vacaciones!" Se me heló la sangre.
Y lo tercero que no me deja indiferente es que todo esta muy bien explicado. Hay puestos de información con personas dentro donde te dan planos de Madrid y libritos con todas las actividades explicadas. Lo único que echo en falta es una bolsa con un bocadillo y un refresco, pero yo es que cuando las cosas son gratis todo me sabe a poco.
Hay una cosa que me desconcierta y es la presencia del Samur. Me acerco a un médico y me cuenta que están ahí por si a alguien le da el mal de Stendhal, ahora lo entiendo, claro.
De todo lo que se me ofrece en esta mágica noche, lo que más apetece ver, a priori, es a unos robots que hacen música. Los encuentro en los jardines del cuartel general del Ejército cantando a coro una canción cuyo estribillo dice: "Achili gua, a chili". La estampa me deja extasiado y así lo anoto en mi libretica. Un militar de uniforme me explica que no son robots sino los niños del coro de la Fundación Caja Duero. Ya me parecía a mí. Los robots están en el salón de baile del antiguo Casino Mercantil. Veinte minutos después estoy viendo a los cinco autómatas llamados Pau de la Fusta, Talmus Taiwán, Mazon Ford, Dynamic Coil (nombre que no descarto poner a un hijo mío) y Olive Relays tocar sus instrumentos. El concierto me gusta más que el de Morrisey en el FIB, también los robots son más simpáticos, sobre todo el de las maracas.
Después voy al paseo de Recoletos, donde hay un desfile de trajes de novias hechos con plantas muy ponibles, al Centro Cultural de la Villa a ver las preciosas fotos de Isabel Muñoz y a la biblioteca Nacional para ver la colaza de gente que quiere ver los códices de Leonardo da Vinci; para las tres horas y media de espera, ya podía estar firmando ejemplares.
En definitiva, mi nota a esta gran velada del arte: 10. Para terminar no me resisto a reproducir una frase que le oí a un chico que hablaba por teléfono, no tiene nada que ver con el tema pero es la siguiente: "Y me encuentro al Mace y a la Chocha defendiendo a la Jessica, los mierdas". Me temo que para ese chico todas las noches son en blanco.
*Golismear es un término manchego que viene a significar curiosear.
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